Diez

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El teléfono sonó por tercera vez en el día y ya ni siquiera me molesté en ver el identificador.

El chico ya no tan pizza, sino, el chico dueño de la jodida pizzería no dejaba de llamar. Como si me importara.

A nosotras si nos importa, perra orgullosa.

O eso fue lo que mis tripas intentaron decirme al sonar por milésima vez desde que había llegado del trabajo.

Llevaba dos días recibiendo constantes llamadas y comiendo ensañe de hospital. Ni el infierno se acercaba a lo que estaba viviendo.

Mi nevera estaba llena pero yo no sabía ni prepararme un emparedado tostado sin quemar la cocina.

Bufé molesta y rebusqué entre los anuncios de comida rápida que habían dejado bajo mi puerta.

Comida china... Mm, a mí nadie me aseguraba que esas bolitas de pollo realmente fuesen pollo. Descartada.

Sushi... El pescado crudo no era lo mío.

Burritos... No sonaban tan mal.

Tomé el teléfono desesperada por comer algo cuando, de nuevo, una llamada entró.

Era un número desconocido.

— ¿Hola?– contesté con duda.

— Lo lamento– lo retiré de mi oído para colgar— No, lucky girl, no cuelgues. En serio lo lamento, debí mencionarlo, ¿sí?

Cerré los ojos frustrada.

Él y yo no éramos nada, ni siquiera sabía si nos acercábamos a una amistad. Que ridícula era.

— Oye, basta, no tienes que disculparte de nada. No me debes ninguna explicación.

— ¿Ah, no? Llevas dos días sin llamar.

— Estoy a dieta– mentí rápidamente. Aunque con esas ensaladas ya no estaba tan segura de que realmente fuese una mentira.

Soltó una risita.

— Sabes que no es así, lucky girl.

Resoplé.

— De verdad, no tiene nada que ver con eso.

— Bien, vamos a fingir que no estás molesta. Las mujeres son tan complicadas– se burló.

Rodé los ojos.

— Como si los hombres fueran tan fáciles.

— ¿Por qué llamaste esa tarde, lucky girl?– preguntó poniéndose serio.

Apreté mis manos nerviosa.

— Oh, no, por nada.

— Dilo, preciosa. Sé porque lo hiciste, sólo tienes que pedirlo y lo sabes.

— Hey, ¿para qué me preguntas eso sí ya conoces la respuesta?– me quejé.

— Porque de verdad quiero ser tu repartidor.

— Ya eres el dueño– respondí.

— Lucky...

— No, y ni siquiera sé porque me llamas preciosa. ¿Cómo sabes que no estoy chimuela?

Él rió.

— Sí, bueno... Esa es otra de las razones por las que quiero ser tu repartidor. Tengo muchas cosas que contarte.

Bufé.

— ¿Eres vidente o algo así?

— Sólo pídemelo, lucky girl.

Cerré los ojos y mordí mi labio.

— Sé mi repartidor. Ah, y no olvides traer la pizza.

. . .
¡Holaaaa!
Al fin nuestro chico pizza será repartidor, ¿qué creen que pase?😍
Perdonen la tardanza, prometo publicar el próximo capítulo a más tardar, pasado mañana así que estén atentas.
Justo antes de terminar de escribir, tembló en mi ciudad, so... ¿Es esto una señal de que esto se va a descontrooolar en el próximo capítulo?😂 ya, perdón.
¡Disfruten el capítulo!
Con todo su amor,
B.

El chico de la pizza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora