Siete

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— Tienes todo regado. ¿Así te gustaría que vivieran tus hijos?– rodé los ojos y mantuve mi boca cerrada. Comencé a reproducir música en mi cerebro.

No te quieres enterar... Que te quiero de verdad, yeye...

¡Y esta ropa sucia!– me miró con furia y puse mi mano sobre mi cara.

La vida me odia.

— Mamá, soy una adulta, sé lo que hago– refunfuñé.

Abrió la boca para decir algo pero entonces su mirada se detuvo en mi muñeca. Yisus, protégeme.

— ¿Qué es eso?– gritó y tomó mi muñeca, me encogí en el acto.

— Un puntito con una comita, nada del otro mundo– ella me soltó y se dejó caer en el sofá.

— ¿Necesitas cuadernos Laila?– me preguntó con tranquilidad. La miré confundida.

— Eh... No– ¿cuadernos?, ¿yo para que quería un jodido cuaderno?

— ¿Lápices?, ¿colores, tal vez?– volvió a preguntar con suavidad. Una suavidad que me revolvió el estómago.

— No, mami– me mordí el labio. Ya sabía para dónde íbamos.

Que no saque la chancla, por favor.

— ¿Te escapaste de la cárcel?

Sí, me tenían encerrada por violar a Robert Pattinson.

— No, mamá- resoplé.

— ¿Y entonces por qué te comportas como una carcelera?– me gritó.

— Porque soy adulta y si quiero ser una carcelera, vagabunda o mujer de la vida galante, lo seré.

¿De verdad creyeron que le dije eso? No, no tengo tendencias suicidas. Esto fue lo que realmente sucedió. 

— Yo... Está bonito, mamá. Ya no lo puedo remover, perdóname– le rogué.

— ¿Un punto y coma, Laila?, ¿de verdad?

— Significa que cerraré un capítulo para comenzar otro– resoplé. Tenía que explicárselo a todos.

— No quiero saber más. Ya tuve suficiente con tu adolescencia punk– se quejó.

Rodé los ojos y me reí.

— Que el negro me guste mucho no significa que sea punk.

— Como sea, prepararé una buena cena. Tú solo... Recoge la ropa.

Esto era como estar en casa de nuevo. Pensé con decepción que hoy no hablaría con el chico pizza. Sólo quería burlarme de él, no porque lo extrañara, obviamente.

Recogí la ropa y la guardé en él clóset de mi habitación. Unos treinta minutos después, el teléfono sonó.

— ¿Hola?

— Lucky girl, pensé que habías muerto o que estarías teniendo sexo desenfrenado con el chico camisas.

Después de todo, ¿quién dijo que podría deshacerme de él?

— ¿Por qué no me sorprende tu llamada?

Me tiré en el sofá y subí los pies en la mesita para bajarlos rápidamente. No podía olvidar que mamá estaba en mi casa.

— ¿Por qué deseabas mi llamada? Me sorprendió no recibir tus quejas diarias y la orden de una pizza que tu sobrepeso necesita.

— Cierra la boca. Mamá está en casa y cree que necesito de una buena cena, y eso no incluye pizza.

— Vaya, mami ha vuelto. Estoy de acuerdo con ella, una ensalada supera a la pizza de queso– dijo serio.

Chillé.

— ¿De qué estás hablando?

— Vendo pizzas pero eso no significa que las ame. La ensalada es lo mío, lucky girl.

— Ew, regresa de donde saliste, demonio– me burlé.

— Oh, vamos, tengo un pepino que te podría gustar– se rió.

— Cerdo, no me interesan tus pepinos.

— Sólo tengo uno, linda. Tener dos sería raro y perturbador– pude imaginarlo haciendo una mueca. Tal vez debería volverse repartidor un día de estos.

— Prefiero la zanahoria, gracias.

— Amargada.

Mamá se asomó desde la cocina.

— La cena está lista– gritó.

¿Qué no sabía que estábamos lo suficientemente cerca como para hablar bajo?

Cerré los ojos.

— Tengo que irme, chico pizza.

— Sí, tú mamá tiene una buena voz. Disfruta la ensalada, lucky girl.

— Adiós, rarito.

Cabe destacar que extrañé la pizza. La extrañé demasiado.

. . .
¡Hola!
Vengo a dejarles un nuevo capítulo, ya no estamos muy lejos de conocer al chico pizza pero eso es lo único que diré🌚
Les tengo una pregunta: ¿les gustaría hacerse un tatuaje? Y si fuese así, ¿qué se tatuarían y por qué? Ya saben que me encanta leer sus comentarios y todo lo que tengan que decir así que cuéntenme. De igual forma si quieren preguntar algo, solo déjenlo en los comentarios y estaré feliz de responder.
Espero disfruten del capítulo💜
Con todo mi lado punk como Laila,
B.

 

El chico de la pizza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora