Capítulo XL

1.3K 81 35
                                    

Ya pasaron dos semanas de aquel viernes que mamá me dejó quedarme para ayudar a empacar a Gonzalo, a ella también le dolía un poco que se vaya ya que se había encariñado con él así que últimamente lo dejaba quedarse en casa más seguido. Dolía ver su habitación vacía, sin nuestra foto, sin sus camisetas de Lanús por todos lados ni Brutus abriendo la puerta para dormir con nosotros.

Hoy era el día, se iría a la tarde. Anoche ni siquiera pude estar con él porque los chicos le hicieron una fiesta de despedida y simplemente quería darle tiempo con ellos. En este momento no podía levantarme de la cama, sentía que nada tenía sentido, hoy a la noche nadie ocuparía el lado derecho de mi cama para alejar todos mis miedos y por más que quisiera olvidarlo para sentirme bien por un momento los ruidos de la mudanza me recordaban a cada segundo que en pocas horas ya no estaría más conmigo. Necesitaba calmarme, mis manos temblaban incontrolablemente de los nervios y no podía sacar esa angustia de mi pecho.

  -Bru, necesito que vengas a casa, por favor. Supliqué en el teléfono, sabía que Bruno era la segunda persona después de Gonzalo que lograba calmarme cuando estaba así.

Después de unos minutos, él tocó la puerta de mi habitación. Al abrirle me lancé a sus brazos como siempre, ahora entiendo por qué Micaela cambió con él, este chico es realmente incondicional y debo admitir que si nunca hubiera estado con mi amiga seguramente en un futuro me enamoraría de él.

-No vas a despedirte de él? Vi que la señora ya estaba cargando algunos bolsos en el baúl. Preguntó mientras seguía apretándome contra él.

-Odio las despedidas, él sabe que lo amo no necesito decírselo por última vez y aparte no podría soportarlo, voy a terminar arrepintiéndome porque lloraré como un bebé. Contesté mientras pasaban por mí mente todos los recuerdos con él, las noches juntos, sus chistes sin sentido, los caminos a la escuela, su mirada cuando bailaba, nuestras tareas en la tarde (que siempre terminaban en besos y no en cálculos o resúmenes), las fiestas a las que íbamos y salíamos afuera a las cuatro de la mañana para caminar juntos por la ciudad, el gol que hizo en el minuto cuarenta y tres que consagró campeón al equipo de la escuela, recuerdo exactamente que ese día se colgó del alambrado y me besó como pudo; todas estas cosas hacían que tenga ganas de salir corriendo y descargar toda mi bronca e impotencia con el mundo.

-Sólo nos arrepentimos de las cosas que no nos animamos a hacer Bian, y no debes avergonzarte de llorar. Espero que entiendas de una vez esto, las lágrimas a veces son tantas que sientes que te puedes ahogar en ellas pero no es así, ellas cumplen su trabajo y siguen su camino.

-Qué trabajo? Murmuré quebrando la voz.

-Son agua Bian! limpian, aclaran.... como la lluvia. Todo se ve distinto después de la lluvia. Sé que podrás seguir con ésto, pasaste cosas mucho peores. Dijo con una sonrisa dulce, era increíble como siempre tenía el consejo justo para cada ocasión, espero que nunca se aleje de mí como Gonzalo. -Me esperas un minuto aquí? debo hablar por teléfono con mamá. 

-Claro Bruno, ve tranquilo. 

                                                                 ***

NARRA GONZALO

-Genial, seguro vienes a molerme la cara por lo que esta pasando. Creéme que no quería hacerlo. Afirmé al ver a Bruno dirigirse disgustado hacía mí mientras yo cargaba las últimas cajas en el baúl. Nunca tuvimos un relación de amigos cercanos a pesar de todos los intentos de Bian por unirnos, él era sobreprotector con ella y lo entiendo porque la quería mucho pero a la vez me provocaba un poco de celos.

-No perderé tiempo en eso, aunque algún golpe suave te daría. Bromeó. -Sólo necesito que vayas y te despidas de ella aunque te haya dicho lo contrario, está destrozada y con miedo pero luego no se perdonará no haberte saludado, la conozco demasiado y creo que hasta puedo leerle la mente últimamente.

-Lo sé, me siento terrible sabes? Siempre traté de no hacerle derramar ni una sola lágrima y acabé haciéndola pasar por esto. Dije a punto de llorar, era raro estar hablando así con él.

-Sé que es verdad, la ayudaste demasiado y nunca había visto una sonrisa en ella como la que tenía últimamente. 

-Hijo apúrate, esta es la última! Interrumpió mamá trayendo la caja que restaba por cargar.

-Vamos Gonzalo! Hazlo, ve con ella! Gritó Bruno sacándome de mi desesperación.

-Gracias, lamento no haberte conocido antes. Eres buen chico y confío en que no la dejarás caer. Respondí dirigiéndole una mirada sincera y apoyando una mano sobre su hombro antes de salir corriendo a la casa vecina.

Entré con desesperación, ni siquiera toqué la puerta, sólo subí las escaleras ignorando la mirada desconcertada de su madre. Al entrar la ví tirada en la cama, dándole la espalda a la puerta, aún sin ver su rostro podía descifrar que estaba llorando.

-Pensé que tardarías más Bru, tu mamá debe haberse enojado contigo no? Susurró sin darse la vuelta.

Sin decir palabras me acomodé silenciosamente en la cama, abrazándola de  la cintura por última vez.

-Gonzalo? Preguntó asombrada al sentir mi mano contra ella antes de girar para quedar frente a mí, era impresionante como me conocía hasta sin verme. -Te dije que no hagas esto, me dolerá mucho más cuando te acompañe hasta la puerta.

-Ya sé pero Bruno me dió una pequeña ayudita con esto, puedes creer que nos amigamos el día que yo tengo que irme? Por lo menos lo hicimos, ponte contenta! Bromeé sonriendo como podía, a pesar de tener ganas de romper en llanto en ese mismo momento.

-Me alegro mucho, en serio serían buenos amigos. Susurró dejando caer algunas lágrimas que se le hicieron imposibles de contener.

-Por favor no Bian, no llores más. Volveré en unos seis meses, serán como unas vacaciones. Dije tratando de convencerla. Las bocinas que provenían de afuera del auto de papá me estaban haciendo entender que el camión de mudanzas estaba por arrancar y debería estar allí para que podamos seguirlo hasta destino.

-Ya tienes que irte no? Preguntó sin dirigirme la mirada.

-Sí.

-Vamos, te acompañaré hasta la puerta.

Al salir afuera no dudé en abrazarla, fue el abrazo más triste que dí en mi vida, sentía como sus uñas se clavaban en mi espalda como insinuándome que no salga de ahí. Traté de no llorar y me separé de ella para besarla con fuerza, no me importaba que mis padres estén viéndonos porque sé que extrañaría sus labios como a nada en el mundo. 

-Cuídate, le diré a Bruno que pase por ti los jueves para ir a danza, comerás todos los días sin excusas y por el amor de Dios, aléjate de los vidrios, contaré tus cicatrices cuando vuelva. Recuerda que te amo, me destrozaría saber que lo estás haciendo de nuevo. Dije en voz baja mientras limpiaba sus lágrimas antes de cruzar el jardín.

- Está bien. También te amo, mi amor. Contestó con voz dulce.

Al subir al auto, mamá estaba con los ojos llorosos por la situación y papá también se veía dolido aunque lo lo demostrara. Me quedé mirándola fijamente, ella seguía allí con Bruno que estaba acariciando su espalda para tranquilizarla, realmente me daba seguridad que esté con ella en este momento. Cuando papá arrancó y comenzó a mover el vehículo por la calle pude verla dejándose caer al piso con sus manos en el rostro llorando desconsoladamente, Bruno se agachó junto a ella y la abrazó diciéndole unas palabras que obviamente no podía descifrar. Esa fue mi última imagen de mi Bian y al hacer unas cuadras rompí en llanto como nunca.

------------------------------------------------------------------

Perdón por tardar tantoooo, acá esta el capítulo, espero que les guste :3 En la semana quiero compensarlas con dos o tres seguidos, voy a ver si llego a hacerlos.





BIANZALO-Simplemente único.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora