Capítulo XLVI

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Al oír esto traté de mostrarme lo más natural posible pero era casi inútil, ahora entiendo por qué Pablo estaba así y su reacción al verme. Por un lado sabía que debía dejar que sea feliz, pero no podía imaginármela en brazos de otro, que él la bese como yo o que se pierda en sus abrazos y en sus dulces ojos cafés, moría de celos al pensar que ella podía despertarlo en las mañanas con sus caricias como lo hacía conmigo y que ese alguien se gane la confianza que había conseguido yo. Me negaba a todo esto, todavía no puedo sacarla de mi cabeza, y creo que nunca podré.

-No me incomoda, nuestra relación terminó. Sólo que ella es muy importante para mí, espero que lo entiendas. Mentí

-Lo sé, como también sé que sigue enamorada de ti. Me quiere, y mucho, pero sus ojos brillan cada vez que Bruno te nombra en frente de ella. No tengo nada para decir sobre la escena de recién, si sirve para que ella despierte puedes hacerlo cuantas veces quieras, sólo me importa que esté bien. Respondió tristemente y volvió su vista al piso.

Después de unos minutos, una enfermera caminó a paso firme hacia nosotros y anunció que la habitación ya estaba disponible. 

-Sólo tres. Indicó la mujer con tono autoritario

-Su madre comenzó a mirar a su alrededor y tomó a sus dos hijas de las manos para ingresar.

Inmediatamente Emilse frenó su paso y volteó la mirada hacia mí.

-Creo que querrá verte mas que a mí. Dijo con seguridad, llamando la atención de todos los chicos y dibujando una sonrisa de esperanza en Micaela y Bruno.

-Segura? Pregunté sorprendido, parándome de la silla con entusiasmo y alzando mi mirada brillosa hacia ella.

-Sí, sólo salúdala por mí. Susurró mientras se volvía a sentar en una de las butacas.

-Gracias. Murmuré tomando su hombro con cariñosamente.

Su madre tomó mi mano y empujó la puerta de terapia intensiva, llevándonos al interior de un gran pasillo que parecía sin fin. Mis piernas temblaban incontrolablemente y mis manos estaban empapándose de transpiración, no sé si alguna vez les ha pasado pero sentí como que el corazón estuviera siendo traspasado por una estaca o algo así.

-Pueden pasar por turnos o todos juntos. Exclamó secamente la mujer.

-Creo que sería mejor que pasáramos nosotras dos primero, así luego podrás estar a solas con ella unos minutos. Dijo su madre en voz baja mientras acariciaba mi mejilla húmeda por las lágrimas.

-Está bien, esperaré aquí. Contesté apretando su mano para darle ánimo.

Enseguida ambas se internaron allí adentro, y yo me quedé sentado en el piso soportando la espera más larga del mundo.

Al cabo de unos quince minutos su madre emergió de la inmensa puerta blanca con Ludmila apoyada en su hombro llorando sin consuelo alguno y sin siquiera poder caminar con firmeza. Creo que no basta decir que ésto aumento mi miedo y me sentía como un niño a punto de ser internado en un cementerio en época de Halloween.

-Adelante muchacho, sólo te quedan diez minutos. Volvió a ordenar la "simpática" enfermera.

Me levanté del suelo e inmediatamente comencé a caminar lentamente hacia la sala, al entrar todo el salón estaba lleno de camas, creo que así son todas las terapias intensivas, sólo están separadas por unas espantosas cortinas. Ni siquiera sabía donde estaba ella, así que tuve que recorrer varios metros y observar los terribles escenarios de ancianos llenos de tubos y familiares llorando desconsoladamente por todos lados. 

En un momento mis ojos se clavaron en unos pequeños pies que se veían a través de la cortina del paciente anterior, mi corazón latía cada vez más rápido y mis rodillas estaban aflojándose, era ella. Tomé aire y traspasé la tela, quedando al frente de la cama, inmóvil. Estaba cubierta de tubos que iban hasta su nariz y de cables pegados en su cuerpo, la situación era horrible (ahora entiendo por qué siempre te advierten antes de entrar) su cara estaba pálida como un papel y apenas de le notaban sus labios. Como pude me acerqué a ella y me senté a su lado, corriéndole el cabello que molestaba en su rostro y tomando su mano que aún seguía helada.

-Hola Bian. Susurré mientras se me hacía imposible mantener las lágrimas. -Sé que ya te lo dije, pero lo repetiré por si no me escuchaste.... volví y no me volveré a ir, lo prometo. Te extrañe mucho- Agregué mientras apoyaba mi cabeza en su cuerpo, me quedé así unos dos minutos, sin decir nada, sólo acariciando su rostro y sus brazos llenos de raspones y cicatrices recientes. -Sabes qué? Estuve pensando en lo que me dijiste aquella noche que estuvimos juntos por primera vez, tú aseguraste que nadie en el mundo sabía todo de tí y hoy quiero decirte que estás equivocada. Yo sé que bailas para sentirte bien e incluso es lo único que te hace sentir bien cuando sientes que no puedes más, sé que te gusta leer una y otra vez "Buscando a Alaska" y que nunca te cansarás de ver The Walking Dead, amas los bordes de la pizza y no entiendes el por qué de mi rechazo hacia ellos, estás loca por los animales y en tus días tristes también te gusta dibujar, te gustan los abrazos largos en los que sin querer se te cierran los ojos y odias los engaños de cualquier modo, sólo necesitas que te escuchen cuando no puedes más y que sólo pocas personas logran hacerlo completamente, te gusta mirar a los ojos (porque según vos nunca mienten) y también puedo dar fe que en tus peores días no  toleras que te digan " todo estará bien" porque sólo es una mentira idiota, la vida suele ser una mierda, sólo necesitas que te digan que no te dejarán caer a pesar de todo, amas el rap e incluso podría escucharte cantar toda una vida, tus abuelos son la única causa por la que a veces sigues adelante y tu abuelo es tu máxima debilidad, y cuando no puedes dormir sólo necesitas mi brazo en tu cintura. Y también sé que te amo, como a nadie y que moriría por ti si es necesario porque nadie pero nadie me hizo sentir tan importante. Despiértate hermosa, por favor. Dije acercándome y pegando mi frente con la suya esquivando todos los artefactos que la mantenían con vida. No podía dejar de llorar, se me hacía imposible. 

Los llamados de la enfermera estaban atormentándome pues ya era la hora de salir.

-Debo irme, mi amor. Vamos, abre los ojos ahora. Dije con desesperación, tenía fe de que al oírme lo haría y simplemente no estaba dando ningún resultado.

-Oye, ya te has excedido un minuto. Exclamó nuevamente la mujer.

-Lo sé, estoy despidiéndome. Emilse te manda saludos Bian, esta muy preocupada por ti y quiere de vuelta a su pequeña. Afirmé en voz baja. Puedo quitarle esto un segundo? Pregunté señalando la máscara transparente que cubría su boca.

-Sólo uno y te retiras. Contestó

Sin pensarlo se la quité suavemente y posé mis labios con los suyos con ternura. Al separarme volví a colocársela y besé su frente por última vez antes de voltearme y comenzar a caminar hacia la salida, sin poder controlar mi llanto. No entiendo como no pudo reconocer mi voz. Su madre tampoco lo comprendió e incluso pareció perder la fe cuando le dije que no había dado ni una sola señal.

-Aún tiene el efecto de la anestesia mamá, despertará en algunas horas. Comentó Ludmila tratando de convencerla y a la vez convencerse a sí misma.

Cuando nos estábamos retirando después de unos minutos de tratar de recuperar la cordura, un par de doctores entró rápidamente hacia la sala de terapia, llamando nuestra atención.

-DiPasquale, no se vaya.  Ordenó uno de ellos antes de entrar. -Su ritmo cardíaco aumentó, esta estabilizando su pulso. Agregó

Una sonrisa gigante apareció en mi rostro y enseguida sentí los brazos de Ludmila rodeando mi cintura con fuerza.




BIANZALO-Simplemente único.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora