Capítulo XLII

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Me levanté a las dos de la tarde del sábado cuando mamá entró a mi cuarto y se sentó en la cama. Ayer no había sido un buen día para mí ya que en las redes sociales apareció una foto de Gonzalo con alguien, con un título de "te quiero" que destrozó mis esperanzas, así que aún tenía los ojos hinchados de tanto llorar.

-Qué ocurre mamá? Pregunté abriendo mis ojos de a poco.

-Necesito que te levantes, debo contarte algo. Respondió con su ojos brillosos, conocía esa mirada, era de angustia y desesperación al igual que el día que me contó que a papá le quedaban solo unas semanas de vida. 

-Dímelo. Dije con tono despreocupado, tratando de ignorar mis nervios.

-Oh dios, el abuelo se hizo unos estudios por su dolor en el brazo izquierdo. Resulta que los doctores llegaron a la conclusión que se deberá hacer una cirugía en el corazón demasiado complicada, será la semana que viene. Saldrá todo bien, estoy segura. Afirmó tratando de convencerse a sí misma. 

La maldita presión en el pecho volvió a aparecer, no podía perder al abuelo, él fue el padre que nunca tuve y es una parte fundamental en mí.

-Me voy de Micaela. Susurré sin alzar la mirada. Sabía que no era cierto pero necesitaba salir, me estaba ahogando allí adentro. Me cambié lo más rápido que pude y bajé sin decir una sola palabra.

Al salir hice unas cinco cuadras corriendo y al llegar a la esquina crucé la calle desesperada, necesitaba huir de todo, acaso tengo que soportar todo esto? es injusto! Me sentía sola, si sólo Gonzalo estuviera aquí todo sería distinto y ahora mismo estaría en sus brazos descargándome y no huyendo de mi casa.

 Al cruzar  pude verlo a sobre mí, una frenada instantánea provocó que las llantas del coche chillaran pero sin conseguir que parara, un golpe fuerte impactó en mis costillas y pierna izquierda. Caí al piso inmediatamente golpeando mi cabeza contra el asfalto, sentía como me inundaba en un charco de sangre rojiza y me mareaba de a poco, las voces del chofer y su acompañante me aturdían con su "vamos levántate niña" "llama a la ambulancia, está dejando de respirar!". Tenía ganas de contestar que no lo hagan, estaba tranquila así, a pesar de todos mis intentos de suicidio nunca pensé que iba a pasar de verdad, que en verdad iba a morir. Lo último que pasaba por mi cabeza mientras mis ojos se me cerraban eran recuerdos, mamá haciéndome mis tortas de cumpleaños de pequeña y poniéndole toda su dedicación aunque esté totalmente cansada, las travesuras con Ludmila, Emilse cubriéndome cada vez que hacía algo mal porque simplemente yo era su debilidad, las tardes de buñuelos con mi abuela y los asados del hombre más importante de mi vida: mi abuelo, Gonzalo riendo para mí en las mañanas y mirándome con sus ojos mieles, las guerras de bombitas de agua con Bruno cuando éramos niños y la calidez de sus abrazos actuales,  también venía a mi mente el día que papá me trajo a Abi en mi cumpleaños número seis (aunque sé que ya no te extrañaré papá, estoy yendo a verte, no estuve muy bien todo este tiempo y al fin podré decirte que te perdono por todo) , las charlas de sábados con Mica y el cariño de Paio. 

 Me ardía la cabeza, no podía mover mis piernas y una de mis costillas parecía que estaba atravesándome. Y me rendí, mi corazón dejo de latir a los pocos segundos que la ambulancia llegó. Sus intentos de reanimarme fueron en vano, nada tenía sentido si yo no quería volver. 

BIANZALO-Simplemente único.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora