Capítulo L

1.4K 95 25
                                    

-Bian, despertaste. Afirmó sobresaltado apenas me vió. -Debiste haberme llamado Bruno. Agregó mientras acercaba la silla en contra de mi cama para observarme, era increíble como seguía conservando el poder de lograr que mi cuerpo se encienda cada vez que se acercaba a mí.
-No me culpes, tuve la intención de hacerlo pero ella me lo impidió. Dijo mi amigo alzando las manos como un símbolo de inocencia.
- Mi amor, creo que nos hará bien tomar un poco de aire. Interrumpió Micaela con una sonrisa pícara, dejando perfectamente claro que sólo quería dejarme a solas con Gonzalo.
Inmediatamente la pareja salió de la habitación y yo me quedé con él en un silencio un poco incómodo.
-Hace mucho que despertaste? Preguntó rompiéndolo a la vez que se frotaba sus pequeños ojos afectados por el sueño. Seguramente él no tiene idea lo que extrañé su voz ronca apenas se levantaba.
-Media hora supongo.
-Lamento haberme dormido, debiste dejar a Bruno que me despierte. Dijo soltando una de sus sonrisas irresistibles.
-No pasa nada, también lamento haberme dormido.
-Es broma Bian? te colocaron un sedante para dormir un caballo aproximadamente, no tienes que pedir perdón. Bromeó mientras tomaba mi mano aprovechando la distracción de la conversación.
Sin pensarlo me aferré con fuerza a ella y levanté mi mirada en sus ojos. Lo extrañaba tanto, extrañé por meses entrelazar mis dedos en los suyos y que me mire de esa manera.
-Tienes fiebre Bian? no paras de temblar y tus labios están blancos. Afirmó rompiendo por segunda vez el silencio que se había provocado y colocando una mano en mi mejilla para comprobar mi temperatura. -Por Dios, estás helando, iré a llamar al médico.
-No, estoy bien, sólo quedate conmigo. Harán un gran alboroto si lo ven entrar aquí y se llenará de gente.
-Esta bien, pero sólo te perdonaré quince minutos. Respondió algo preocupado. -Por cierto, casi me matas del susto Ailén, estos días fueron un infierno.
-En serio empezarás a llamarme así? Sabes que no me gusta. Murmuré mientras soltaba la primer sonrisa desde hace tiempo.
-Si lo sé. Ah, también sé lo de la Academia de baile, te felicito mi amor. Exclamó con emoción. Mi corazón se estremeció al escuchar de nuevo su voz diciéndome mi amor y simplemente tenía ganas de traerlo hacía mí y abrazarlo como estuve esperando por meses. -Lo siento, no me di cuenta de lo último, debe ser la costumbre. Se corrigió con un tono triste.
-Esta bien. Gracias, aunque debo admitir que mi gran admirador de los jueves tuvo algo que ver en el logro, quedé seleccionada por la coreografía que estaba preparando la última vez, te acuerdas?
-Claro que la recuerdo, era increíble. Respondió dibujando una sonrisa.
No podía dejar de mirar cada rasgo de su rostro ni de apretar su mano que aún estaba aferrada a la mía haciéndome pequeñas cosquillas en la palma.
-Qué te hiciste allí? Pregunté inspeccionando el aro que llevaba en su oreja izquierda. -Me gusta.
-Necesitaba un cambio. Contestó ladeando su cabeza para que caiga sobre mi mano y cerrando los ojos suavemente, como una muestra de relajación al sentir mis pequeños dedos acariciandolo como antes.
Inmediatamente bajé mi mano a su cuello y empecé a rozar su piel como le gustaba (agradezco que el suero lo tenía en mi otra muñeca, sino sería una tortura no poder tocarlo)
-No hagas esto, sabes que volveré a dormirme si sigues.
-Te extrañé tanto. Murmuré al fin, estaba esperando decir esto desde la sala de terapia intensiva.
Su rostro se enterneció pero por alguna razón seguía forzando una mirada de distanciamiento, de incomodidad.
-Deja de hacer esto Gonzalo, oí todo lo que dijiste cuando estaba inconsciente. Sé que me sigues queriendo y no sé por qué finjes que no me conoces. Soy bian... tu bian.
-En serio estabas escuchándome? Preguntó con algo de vergüenza.
-Claro que sí, siempre lo hice. Respondí acariciando su mejilla.
Él se acercó a mí lentamente hasta quedar con su cabeza apoyada a milímetros de la mía, como rompiendo el escudo que se había impuesto él mismo.
-Todavía me amas? Susurré clavando mi mirada en sus perfectos e inconfundibles ojos mieles. -Dime la verdad, por favor. Supliqué
-Nunca dejé de amarte mi amor. Suspiró soltando esa frase que estaba impidiéndose de decir hace rato.
Mis ojos se iluminaron completamente al ver su sonrisa pegada a la mía, como en los viejos tiempos, aún seguían apareciendo esas mariposas en el estómago cada vez que lo hacía. Sus manos tibias se posaron en mi rostro helado antes de depositar sus labios húmedos junto a los míos, haciéndome sentir que nada había cambiado, que él seguía siendo mi confidente preferido y mi mejor amigo a la vez, mi "bebé", mi motivo para despertar en las mañanas y de mis sonrisas más sinceras, y por sobre todas las cosas, mi único y gran amor.

---------------------------------------------------
Lamento si hay errores porque todavía sigo escribiendo desde el celu, espero que sepan entender, se me hace re difícil😢 Las quiero

BIANZALO-Simplemente único.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora