Capítulo XXIX

1.3K 86 6
                                    

Al entrar a mi casa mamá estaba sentada en la mesa tomando un té y mirando por la ventana. Mis mejillas se volvieron rojas con el sólo hecho de pensar que me había visto con Gonzalo, así que sin decirle una sola palabra me dirigí a la escalera para evitar cualquier tipo de cuestionario.

-Vuelve acá. Se oyó desde el comedor. Parecía enojada y tenía motivos, seguramente empezará a preguntarme dónde me había metido.

-Tengo sueño mamá, quiero dormir. Dije para safar un poco de la situación 

-Dónde estabas? Ludmila llegó hace dos horas y ni siquiera me respondes el teléfono.

-Sólo me quedé un rato más en la fiesta, es todo.

Mamá sonrió falsamente, como dándome a entender que sabía que yo estaba mintiendo. Realmente odio que sea tan sobreprotectora, sé cuidarme sola.

-Entonces tu hermana tenía razón.  Dijo tomando un sorbo de té

-Con qué?

-Vos y el vecino. Es guapo, nunca lo había visto de cerca, creo que olvidaste que la ventana del comedor da una excelente vista a la vereda.

-Mamá, basta. Contesté mirando el piso, muerta de vergüenza. -Me voy a dormir. 

-No creas que esto no tendrá un castigo. Murmuró asegurándose de que la escuchara.

Apreté mis puños para no dejar salir mi bronca y me dirigí a mi habitación ¡no podía castigarme por esto, apostaría que ella también lo hizo cuando tuvo mi edad! ¡Sólo fueron dos horas más!

Me tiré en la cama mirando el techo con odio, lo único que me calmaba era pensar en la propuesta de Gonzalo a la que obviamente quería ir pero no sé que le diría a mamá. Ni siquiera puedo decirle que me voy de Micaela porque estoy castigada, así que la ilusión de pasar la mejor noche de mi vida estaba desapareciendo.

Me desperté a las cuatro de la tarde cuando Emilse me despertó. Era raro ver a mi hermana en casa porque vivía con Fede y sólo venía para ocasiones especiales o a visitarnos de vez en cuando.

-No cambias más nena. Dijo apenas me vió abrir los ojos.

-No hay alguien en esta maldita casa que me deje en paz? No me dejan ni despertar tranquila 

- Wow, que humor. Sólo vine a verte, no quería retarte Ailén. Comentó agarrándome cariñosamente mi cachete derecho haciéndome enojar.

-Por qué viniste? 

- Mamá me pidió que venga, la llevaremos con Fede al cementerio hoy.

-Ah. Contesté volviéndome a acostar dándole la espalda

-Bian...

-Olvídalo Emilse, no iré. 

-Tienes que ir algún día Bian, te hará bien. 

-Si mamá te mandó para que me convenzas te voy avisando que no funcionará, ya sabes que pienso de los cementerios son pura farsa, que inútiles son las personas que piensan que es obligación ir a ver a tu familiar ahí, él no está allí adentro y mientras que yo lo recuerde estaré bien. Dije con voz fría

-Ok, haz como quieras. Ludmi irá con nosotros. Contestó acariciándome el pelo, sabía que había tocado mi punto débil y que podía tener uno de mis brotes. -Por favor portate bien Bian, en serio. Agregó mientras se dirigía a la puerta.

Después de unos quince minutos sentí el auto arrancar. Probablemente cuando vuelvan estarían todos deprimidos y llorando por los rincones. Sin darme cuenta mis manos estaban rasguñando mis muñecas con fuerza, me ponía nerviosa darme cuenta que era la única que no visitaba nunca a papá, pero yo sé que él esté dónde esté sabe que soy la que más lo necesita en esta casa. Necesitaba relajarme de alguna manera, así que me levanté y me dí una ducha antes de que mi "instinto suicida" apareciera incitándome a quitar mis nervios con el maldito pedazo de vidrio. 

Después de unas dos horas el auto de Fede estacionó en frente de casa. Sólo se oyó el ruido de la puerta de entrada cerrarse, nadie hablaba y sólo se sentía uno que otro lloriqueo. Bajé y mamá se encontraba con un pañuelo descartable en su nariz, Ludmila subió a su cuarto con la mirada fija como si hubiera visto un espíritu o algo así y Emilse estaba sentada al lado de Fede apoyando su cabeza en sus hombros. Todo esto hacía ponerme nerviosa otra vez, no aguantaría verlos así ni media hora más. La última vez que fueron al cementerio estuvieron así toda una noche y mi pecho comenzó a cerrarse de los nervios, dejándome sin aire. En este momento necesitaría un abrazo de Gonzalo, sin dudas.

-Bian, por qué no me ayudas a cocinar? Nos quedaremos a comer aquí hoy con Fede. Dijo mi hermana con una sonrisa falsa, tratando de cambiar un poco el ambiente que había.

-Iré a comer de Micaela hoy y me quedaré a dormir pero te ayudo si quieres. Contesté siguiéndola a la cocina para buscarme un vaso de agua, sabía que lo único que podía cambiarme la noche era Gonzalo y obviamente tenía que mentir para poder asistir a su propuesta.

-No irás a ningún lado, estás castigada. Afirmó mamá desde el comedor

-Iré mamá, ya le confirmé. 

-Dije que no.

Al escuchar esto, mis manos comenzaron a apretar fuerte la manija de la heladera preocupando Emilse.

-Déjala ir mamá, seguro no fue para tanto. Contestó intentando sacar mi mano de allí para que no me haga daño.

-Ella no necesita defensores. Exclamó entrando a la cocina y contemplando mi bronca. -Ves? Estoy harta de sus ataques para llamar la atención ¡Todos sufrimos esto, no es la única!

Mamá seguía pensando que esto era un juego, que yo lo hacía por diversión. No sabía que mis intenciones eran realmente hacerme daño y no estaba ayudándome con esto, no necesito que me reten quiero que me abracen y me saquen todos mis miedos. Estoy mal y tengo problemas, no es tan difícil aceptarlo. Era la primera vez que mi hermana me defendía así, probablemente se estaba dando cuenta de que no eran problemas de niña rebelde y que de verdad estaba mal.

-No es día para peleas, arreglaremos el castigo otro día mamá. A todos nos hará bien distraernos un poco hoy. Contestó mi hermana tomándome de los brazos para que no me acerque al cajón de los cuchillos. 

Mi mirada no se despegaba de mamá, odiaba que me hiciera esto. No soporto hacerle daño pero no puedo controlarme, ojalá pueda entenderme algún día.

-Por qué no te cambias Bian? Te llevaré de Micaela en un rato. Propuso mi hermana.

-Iré caminando, necesito tomar aire. Murmuré. Micaela vivía sólo a unas cinco cuadras de mi casa por lo que era obvio que me dejarían ir sola.

-Ok, sólo llámame cuando llegues.

Subí a mi cuarto enseguida a cambiarme, todavía seguía con los nervios a flor de piel y no veía la hora de ver a Gonzalo. Después de unos minutos bajé sin decir ni una sola palabra, sólo le dirigí una mirada a Emilse para insinuarle que me iba, antes de cerrar la puerta con fuerza.  Caminé unos metros y miré hacia mi casa asegurándome de que nadie me viera entrar en la casa de los Gravano. Toqué varias veces la puerta hasta que él me abrió.

-Bian, pensé que no vendrías. Dijo sonriendo -Perdón si te hice esperar, estaba bañándome. Agregó acomodándose su cabello mojado y agarrándome de mi mano para que entre.

....................................................................................................

Perdón otra vez por no subir ayer, pensé que estaría bien todo el día pero la fiebre volvió :( Hoy estoy mejor y con ganas de escribir así que en un rato subo el otro con mucho Bianzalo :3





BIANZALO-Simplemente único.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora