22 | Bórrate de mi piel

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Asher entra en su auto hecho una furia, enciende el motor pero no mueve un solo musculo. Toma el volante con tanta fuerza que sus nudillos comienzan a tornarse blancos. Mantiene su vista fija en la nada, luego, siente como una lagrima recorre su mejilla y golpea el volante con impotencia—. MALDITA SEA, FLAVIA. ¿QUÉ CARAJOS PASÓ? —Asher pregunta a la nada, necesita respuestas—. ¿CÓMO ME VAS A MIRAR CON ESOS OJITOS Y...—se le quiebra la voz—...me vas a decir que todo era mentira? —termina Asher con un hilo de voz—. No puede ser mentira, mi amor, tu mirada no me ha mentido nunca. Eres pura, eres sincera, eres inocente, no puede ser mentira todo esto. Nuestros te amos no pueden ser mentira, nuestros besos no pueden ser mentira, nada de esto puede ser mentira —Asher desearía que Flavia oyera cada una de las cosas que está diciendo en la soledad de su auto—. Te amo tanto, Flavia —dice Asher entre sollozos.

Asher respira profundo, pone el auto en movimiento y se dirige hacía su casa.

Flavia luego de dejar a Asher en la sala y huir como una cobarde hacia su habitación, no hizo más que llorar tras la puerta—. Mi amor, no podemos estar juntos. Ese bastardo logró separarnos —dice Flavia con impotencia y rabia—. Te amo, Asher —Flavia siente un dolor en el pecho y las mayores ganas de llorar de su vida.

Flavia se dice a sí misma que debe estudiar para el examen del día siguiente, pero al sentarse en su escritorio para estudiar no hacía más que llorar y tener flashes de recuerdos de Andrew sobre ella. Termina tirando todo al suelo de impotencia e intentando dormir.

Asher al llegar a casa, hizo exactamente lo mismo. Intentó estudiar para química, pero, no le vio caso. Lo único que hacía era pensar en Flavia, cada rincón de aquella habitación le recordaba a ella, su olor, su cabello, sus ojos, su cuerpo, sus lunares. Lo mataba estar mal con Flavia, siempre le hizo mal estar peleado con ella.

***

—Dos semanas, no puedo más, Jake. No dejo de pensar en ella, de recordar todo lo que vivimos e hicimos —Asher observa a Jake con ojos ojerosos y cansados.

—Asher, ¿Por qué no hablas con Flavia? —pregunta Jake, nunca había visto a Asher en aquel estado.

—No puedo Jake. Si yo llego, ella se va. Me evita, me ignora, no soy nada para ella. Ni siquiera me observa disimuladamente, siempre hacía eso cuando nos molestábamos. La llamo y me envía directo a buzón, mis mensajes parece que nunca los recibe —Asher estruja su cara con frustración—. Es todo tan frustrante. No sé cómo se va a su casa luego del colegio, ya no existo para ella, me eliminó de su vida, ¿entiendes eso? —Asher observa a Jake apretando la mandíbula.

—Habla con ella, hermano. Tal vez las cosas no son como tú crees, posiblemente hay cosas que tú no sabes respecto a esa pelea que tuvieron. Las mujeres son un mundo totalmente distinto, nunca terminaremos de conocerlas —Jake observa a Asher con esperanza—. La conoces mejor que nadie en el mundo, tu eres el único que sabes cómo arreglar esto, Asher.

—Ya no sé si la conozco. Ya no sé nada —Asher observa a Jake con pesimismo.

Por otro lado se encuentra Flavia, sentada en una de las mesas de la cafetería concentrada totalmente en la canción que resuena en sus oídos y en sus recuerdos—. ¿No lo extrañas? —le pregunta su conciencia—. Eres mi conciencia, sabes que lo extraño. Lo extraño como si hubiesen pasados dos meses, en vez de dos semanas... —su eterna discusión interna se ve interrumpida por una voz masculina.

—Flavia, ¿te encuentras bien? Estás llorando —le pregunta el muchacho de ojos cálidos sentado frente a ella.

—John... —Flavia le sonríe—. Cuando pienso mucho, lloro mucho —Flavia limpia con rapidez sus mejillas.

Hasta Que El Infierno Se Congele ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora