Meg se despertó ligeramente desorientada y apenas pudiendo abrir los ojos por la cegadora luz matutina que entraba desde las desgastadas cortinas de su habitación. Pero al sentir el lazo de energía, pesada y agradable, sonrió sintiéndose en casa por primera vez en una década.
Se levantó con energía, absorbiendo en su cuerpo las propiedades de la rica tierra donde antes había habido un Aquelarre.
Pero las brujas de Kavanagh estaban dejando este mundo. Ella era la última de su clase...
Hizo una mueca y sacudió su cabeza. Esos pensamientos eran demasiado deprimentes.
Tenía muchísimo trabajo por hacer... entre ellos comenzar con los preparativos para abrir de nuevo su segundo origen. La fuente de magia que su madre y ella habían sellado cuando, once años atrás habían dejado la hacienda para irse a vivir a la ciudad y poder estar más cerca del hospital donde su madre debía recibir tratamiento.
Un nudo de expectativa se alojó en su vientre. ¡Cuánto echaba de menos su magia! Pensar en tenerla nuevamente consigo la puso en un estado casi hiperactivo.
Luego de lavarse el rostro y cambiarse de ropa por un vestido corto de campo con motivos floreados, se hizo una trenza rápida, se puso sus viejas zapatillas de deportes preferidas y corrió escaleras abajo.
Cuando vio la cava de anime en la esquina un escalofrío le recorrió el cuerpo.
Mierda. Mierda. Mierda.
Anoche lo había olvidado por completo. ¡Joder!
Serás estúpida Megan. -Se regañó a sí misma.
Fue dando traspiés esquivando algunos escombros de paredes derruidas -una casa tan vieja solía sustentarse con magia y al no estar una bruja cerca para mantenerla en pie había comenzado a destrozarse- hasta la cocina. Se acercó al frigorífico y lanzó una plegaria y una maldición -por si acaso- antes de conectarla a la corriente.
El viejo aparato chirrió, resintiéndose, Meg se encogió, pero finalmente arrancó y ella soltó el aire que había estado conteniendo.
Gracias universo.
Cuando su madre había dicho que las cosas viejas duraban siglos quizás no había exagerado. De cualquier manera, cuando tuviera su magia de vuelta le haría un servicio completo al aparato.
En ese momento una sombra negra voló sobre su cabeza y ella se agachó. Argh un murciélago. Abrió la ventana para dejarlo salir y la maldita se salió de su marco quedándole en la mano.
Mejor le hacía un servicio completo a la maldita casa.
Decisión que quedó firmemente arraigada cuando abrió la nevera y vio a la familia de cucarachas que habitaban el lugar. La cerró de inmediato, respirando profundo abrió el congelador. -La parte que realmente necesitaba- y suspiró de alivio. Estaba sucio y con moho, pero al menos, no estaba poblado en la actualidad de una colonia de alimañas.
Dando las gracias a quien correspondiese por los pequeños favores corrió a la cava y sacó los dos bidones, cada uno de dos litros y los dejó en el congelador luego de pasar un trapo para limpiar un poco el lugar.
Realmente necesito mi magia.
A la luz del día todo se veía mucho peor que anoche -que ya le había parecido destartalado-.
Pero ella no se dejó amilanar.
Comenzó a trabajar.
Murmurando todas las oraciones y maldiciones que se le ocurrieron de distintas religiones bajó al sótano.
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Eternamente Tuya
ParanormalUna bruja sabe que cuando su vida está en riesgo sólo hay un sitio al que puede ir. A la tierra de su aquelarre... donde la energía oscura fluye y sus sentidos se nutren. Pero aún con todo el poder de su tierra, la magia no es suficiente para...