Epílogo Final

11K 845 1.1K
                                    



Ocho años después de la desaparición de la Puerta de los Condenados.

Una sombra oscura cuyo movimiento era elegante y predatorio apareció a su lado. El tamaño prominente de la misma le indicó que Pandora estaba en su forma de pantera en lugar del cómodo tamaño bolsillo que ella prefería cuando le tenía encima.

—¿Tengo sangre sobre mí? —Le preguntó girándose para que pudiera verla bien.

No. Tu aspecto es impecable, contrario a la magnífica carnicería que acabas de crear —Ronroneó Pandora y pudo escuchar un vestigio de envidia en su tono. —¿Por qué no me invitaste? Sabes que este tipo de... reuniones que terminan en seres con menos extremidades unidas al cuerpo son mis favoritas.

Ella bufó.

—Porque no los maté por diversión, heraldo tonto. Ellos son mi boleto de tren —Le dejó saber mientras se sentaba en uno de los escalones de la escalera de las mazmorras esperando por su "transporte". —Además sabes que no puedes ir conmigo.

¿Es esta una de esas situaciones donde no quieres que tu madre se entere de lo que estás haciendo? —Inquirió, mientras acomodaba su enorme cuerpo cálido y peludo detrás de ella ocupando prácticamente toda la escalera. Se apoyó en él suspirando de comodidad.

—Sip. Cuando me vaya, necesito que te deshagas de los cuerpos... y la sangre...

Pandora soltó un quejido.

Aburrido. ¿Cuándo vamos a ir al frente de batalla a exterminar más cucarachas? Lo único que hago últimamente es limpiar tus desastres mientras te llevas toda la diversión —Su tono estaba lleno de agravio.

—Cuando Papá recupere algo de su cordura luego de la última vez que nos escapamos al frente de batalla. Mamá me dijo que me dejaría saber el momento adecuado...

Su heraldo resopló, moviendo su cola como un látigo expresando su disconformidad.

No entiendo cuál es el maldito problema de Conquista. No es como si alguna de las cucarachas que exterminamos representara algún riesgo para ti. Si él nos dejara podríamos tomar las tierras de Ira... o el Infierno completo. ¿No se supone que él es un hijo de Codicia? ¿No debería querer más? —Preguntó y escuchó la clara curiosidad detrás de su pregunta.

—¿Estás loco? Si conquistamos más territorios eso quiere decir que tenemos más responsabilidades como regentes y prefiero ser desollada a repetición antes que tener que velar por la seguridad o el bienestar de gente —la palabra salió como un insulto y no pudo evitar estremecerse.

Para eso el destino le dio un capaz y responsable hermano mayor, que no sólo se aseguraba de que ella se saliera con la suya con cada capricho que tenía, sino que además era la razón por la que ella no tenía que preocuparse por tratar con los galimatías que implicaban sacar adelante a un país. Paris era el heredero perfecto, su comportamiento era impecable, sus habilidades para gestionar y administrar las propiedades que le habían sido dadas a su cargo eran intachables y Medrial no le envidiaba ni una milésima. El sólo pensar en pasar una perfecta tarde encerrada revisando papeleo hacía que tuvieras ganas de explotar algo.

Ella le había regalado a su hermano todas sus malditas propiedades que había ido recibiendo a lo largo de los años por una razón u otra, para que hiciera con ellas lo que placiera y dejó claro que todas las futuras propiedades que le fueran legadas irían a parar a su hermano también.

Si quedaban en sus manos bien podía convertirlas en coliseos cuya brutalidad haría que parecieran que las historias sobre el imperio romano parecieran películas de navidad aptas para todo público.

Eternamente TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora