No era el mejor momento para su cuerpo.
Luego de despertar de su siesta, el dolor, lejos de remitir sólo había ido en aumento. Su cabeza palpitaba como si el mismísimo lucifer le estuviera prodigando martillazos y apenas y podía ponerse en pie.
Debido al mal estado de su cuerpo, su magia se había vuelto caótica, sobre todo, porque aún no podía controlar la que su madre le había legado. Le llevaría un tiempo largo sacarle todo el provecho a dicho regalo.
Tiempo que no tengo.
Cuando el dolor remitió un poco, bajó lentamente las escaleras hasta el recibidor y luego de nuevo al sótano. Se detuvo frente a la puerta, sudando y tomando grandes bocanadas de aire. Maldición, esto apestaba.
Tambaleante deshizo el sello y entró en la cámara.
-Ven a mí... -Murmuró con los dientes apretados y con un movimiento de dedos una de los escabeles de la sala apareció en la estancia. Ella se acostó y levantó los pies, respirando con dificultad.
Comenzó a pensar en un mantra ancestral de relajación y se unió con él durante un par de horas, separándose de su realidad, alejándose del dolor y entrando en un mundo brillante, relajado...
En cuanto pudo salir de la espiral de agonía ordenó algunas hierbas sanadoras y se preparó una infusión que adormecía los sentidos. Ella no eliminaba el dolor... sólo lo hacía tolerable.
Meg suspiró. Descansó un rato más... dejando que los inciensos curativos y la magia ayudara a su cuerpo a recuperarse. Poco a poco el ataque remitió hasta que fue sólo un mendrugo lejano.
Se puso de pie probando... pero el agarre era firme así que comenzó a andar con más confianza. Tenía tanto que hacer...
Subió a la cocina y se encontró con un dilema. ¿Qué hacer? No se le había ocurrido traer algo de comer y ella ya se había saltado dos comidas...
Ah...
Ella sonrió. Siempre podía pedírselo a un demonio doméstico además que le serviría como practica antes de lo de esta noche.
Buscó una servilleta de la cocina y trazó un pentagrama genérico. Se pinchó el dedo con una aguja y puso una sola gota de su sangre. Luego, en un idioma antiguo y ancestral lo convocó.
Amh ter na shier infranus moed, ma blaw fe ma feus dam, ich er, wic'é et ket.
-Pequeño siervo de las huestes infernales, una gota de mi sangre por una gracia que me otorgas, ven a mí, la bruja y sírvete.
El pentagrama ardió y las cenizas formaron un círculo mágico de donde una pequeña llama surgió. Poco a poco la llama tomó la forma de una especie de pixie con alas de murciélago, ojos rojos, cuernos pequeñitos y colmillos.
-Ay dios eres una cosita adorable. -Murmuró Meg sin poder contenerse. El pequeño demonio brincó de arriba abajo y voló alrededor de ella rodeándola varias veces. Ella se echó a reír. -Bien veo que eres un pequeñín entusiasta. Tengo un intercambio para ti. Aunque eres un demonio doméstico bastante joven ¿Sabes cómo funciona?
El pequeño demonio asintió enérgicamente. -Bien, lamentablemente no he podido hacer las compras y no tengo nada que comer ¿Te importaría llenar mi refrigerador con la comida que suelen comer los humanos? A cambio te daré una gota de mi sangre.
La cosita resplandeció dio un par de volteretas y desapareció.
Ok... Meg tomaría eso como un sí. Probablemente.
ESTÁS LEYENDO
Eternamente Tuya
ParanormalUna bruja sabe que cuando su vida está en riesgo sólo hay un sitio al que puede ir. A la tierra de su aquelarre... donde la energía oscura fluye y sus sentidos se nutren. Pero aún con todo el poder de su tierra, la magia no es suficiente para...