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➴ 𝐍𝐮𝐞𝐯𝐚 𝐎𝐫𝐥𝐞𝐚𝐧𝐬, 𝐄𝐬𝐭𝐚𝐝𝐨𝐬 𝐔𝐧𝐢𝐝𝐨𝐬; 𝟐𝟏 𝐝𝐞 𝐟𝐞𝐛𝐫𝐞𝐫𝐨 𝐝𝐞𝐥 𝟐𝟎𝟐𝟐.

Para Leah, vivir el Mardi Gras en primera persona era una de las "cien cosas que hacer antes de morir" que había elaborado a los doce años; un deseo que veía inalcanzable y prácticamente improbable, hasta ese año. Una década después de escribir sus propósitos de vida, allí se encontraba, cumpliendo el número cuarenta y siete, de la mano de sus mejores amigas; de sus hermanas.

—¡Toda purpurina es poca, Steele! —declaró el anfitrión, agarrando con determinación el rostro de la británica, e impidiendo de aquella manera que huyera de él.

—Si me sigues echando purpurina, la llevaré encima hasta el día que me den tierra —decretó angustiada.

La mueca que adoptó Asher dejaba en claro que le daba igual. El Mardi Gras era fiesta y alegría; purpurina, disfraces, pelucas, carrozas y diversión. Carcajadas por doquier y un ambiente festivo y apacible. Y, para el nativo de Nueva Orleans, la brillantina representaba todo eso.

—Aún no asimilo que esté en Nueva Orleans —formuló Amelie, observando desde el balcón del cuarto de Asher cómo las calles de la ciudad se hallaban abarrotadas de gente y bullicio.

—Recordad, si alguna se pierde, que vuelva al punto de origen —avisó Asher. Anteriormente, había enviado a Leah y Amelie la dirección de su casa; para retornar a ella si se extraviaban del grupo—. ¿Estáis preparadas para vivir uno de los mejores Carnavales del mundo?

Elde Steele y Weaver se vio entremezclado un "Río de Janeiro te lo discute", procedente de Ramsey y Ashley. Dijesen lo que dijesen sus amigos, para él el Mardi Gras se localizaba en el Top Uno de Carnavales; y no cambiaría Nueva Orleans por Río, jamás.

—Mi madre quiere que le envie fotos —formuló la londinense leyendo el WhatsApp que le había enviado su progenitora. Leah compartía aquel sueño con Olivia, y deseaba, en un futuro, poder transportar hasta allí a su madre; era lo menos que le debía.

—Mis padres me han pedido que, por favor, no les de envidia —se carcajeó Amelie, recordando la indignación de su padre al haberle enviado fotos de Chicago.

—Fuera móviles —decretó el anfitrión—, ¡toca disfrutar!

Con aquella sentencia quedó inaugurado el primer día del Mardi Gras. Tras comprobar que todos se encontraban preparados para la ocasión, los invitó —más bien obligó— a abandonar la vivienda. En el exterior la música y las risas se entremezclaban, causando un ambiente agradable que a Ashley le sentó como un abrazo al alma. En un ambiente como aquel, era inevitable que todas las preocupaciones y todos los males desaparecieran; de golpe, Benjamin, el máster, Harvey y su futuro, dejaron de existir. Ese día solo había lugar para la diversión y la música.

—Estar aquí me hace transportarme a mi infancia; cuando me sentaba delante de la televisión con la merienda a ver Tiana y el sapo —formuló Leah eufórica en cuanto pisó el exterior y atrapó la mano de Ashey, para no perderse.

—Esa película me creó muchas expectativas en el amor —agregó Peter, uniéndose a la conversación.

El canadiense, a la edad de diez años, había creído que si besaba aquel anfibio, su príncipe azul —princesa, más bien; aunque por su situación económica y el "lujos y dinero son lujos y dinero sin importar de quién vengan", no le habría importado príncipe o princesa— llegaría a su vida y solucionaría todos sus problemas. Adiós vida de pobres, hola vida de ricos.

𝑺𝒕𝒓𝒂𝒏𝒈𝒆 // Bᴇɴ CʜɪʟᴡᴇʟʟDonde viven las historias. Descúbrelo ahora