Planes de una coronación - Parte 3: Cerca a ti

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Guardo con cuidado su espada en su funda, la hora de partir hacia Lórien había llegado, no le tomo mucho tiempo el pensarlo, ya no tenía nada más que hacer en el reino humano, todo lo comenzaba asfixiar y el constante contacto con el senescal lo acababa alterando. Salió de su habitación para encontrarse con un silencio sepulcral, demasiado para su gusto, con su característica cautela avanzo hasta llegar a escuchar unos murmullos, se quedó estático agudizando su fina audición.


─Es todo una conmoción, el Rey en persona bajo a los calabozos a por el─ hablo una joven, seguramente servidumbre.


─no creo que el señor elfo haya hecho algo así, debe haber alguna confusión─ respondió una de las más jóvenes.


─No sé si lo habrá hecho o no, pero los rumores corren y estos dicen que vieron con sus propios ojos como el príncipe Legolas dejaba caer a Lady Annette por las escaleras y que es un milagro que siga viva─ Haldir no podía creer, ¿Legolas empujando a una humana? Eso no tenía sentido por ningún lado, no era posible.


─si, dice que ahora mismo se descnoce el paradero del elfo, lo mandaron a apresar y él ni se opuso, seguro la conciencia le pesaba─ ¿Pero cómo osaban a apresar a un elfo? Y aun peor, ¡encarcelarlo! Nada de lo que decían tenía sentido, conocía al príncipe de Mirkwood lo suficiente como para decir a ojos cerrados que él no había hecho al cosa y que los mortales eran unos difamadores de primera, harto de oír aquella cháchara salió de su escondite pasando frente a las mujeres que callaron al verlo. Debía encontrar a alguien que le diese información a tiempo real. Salió del castillo, paseo su mirada por todo el perímetro en busca de una persona.


─Señor─ un guardia le hablo ─ no puede andar armado por el lugar─ pronto otro se unió rodeándolo, dos flanqueaban sus costados.


─estaba de salida, no veo nada de malo─ contesto a secas.


─por la seguridad de nuestro rey, por favor entréguenos sus armas y acompáñenos─ sus sentidos se pusieron alerta listo a librar una lucha ─ por favor no deseamos obligarlo─ sus manos posaron la empuñadura de su espada.


─alto, déjenlo tranquilo ─ relajo el cuerpo cuando escucho esa voz ─ Haldir viene conmigo ─

*


Estaba a punto de explotar. ¡Era su castillo! ¿Cómo demonio no sabían dónde estaba Legolas? No era posible, ¡claro que no! Movilizo cuantas personas pudo, su elfo no estaba en los calabozos, eso no tenía sentido, los testigos decían que había sido apresado y llevado a los calabozos, pues ya era la sexta vez que podía el lugar de cabeza y no hallaba absolutamente nada, no había rastros de los guardias que lo apresaron y los que vieron el espectáculo desconocían el desenlace, mando a revisar cada rincón del Castillo, tenía que estar en alguna parte y lo encontraría, lo encontraría a el y a los que había cometido tal delito, estaba demás por decirlo que no creía en nada de lo que decían, conocía Legolas, el jamás empujaría ni negaría su ayuda, o bien la joven resbalo por su cuenta o todo era un espectáculo muy bien planeado.


─ Mi Rey, no está en el lado sureste, ya hemos buscado cada centímetro del lugar─

─ ¡pues vuelva y revisen nuevamente, nadie parara de buscar hasta que lo hallemos!─ grito exasperado, 18 horas ya había pasado desde la desaparición de su elfo, su enfado iba creciendo con el pasar de las horas al igual que su estado de ansiedad. Su vista se desvió había las grandes puertas siendo abiertas, Faramir y Haldir llegaron frente a su trono, Haldir no se veía feliz.

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