Las hojas goteaban sobre la húmeda hierba, pero había dejado de llover y lucía un sol descolorido. La mañana estaba muy avanzada y Gabe acababa de despertarse. Había dormido a ratos en el sofá hasta que los ruidos domésticos lo espabilaron; bostezó y abrió los ojos. Vio a Nora cuidando a los niños. Hablaba con voz dulce pero firme a Matthew, que intentaba quitarle algo a su hermana. Annabelle sujetaba con fuerza un juguete y miraba desafiante al crío.
-¡No! -exclamó la niña.
Nora se rió. Al ver que Gabe estaba despierto se volvió para mirarlo.
-¿Cómo te encuentras? -preguntó-. Has dormido mucho.
Gabe asintió y paseó la mirada por la habitación.
-Estoy bien, pero he soñado cosas muy raras. Siento haber dormido hasta tan tarde, deberías haberme despertado. ¿Está Jonás?
-No, ha tenido que salir.
-Pero dijo que me explicaría...
-Ya lo sé, y lo hará, pero esta mañana temprano ha recibido una llamada urgente. Una anciana está grave.
-¿Y por qué lo llaman a él? No es ningún sanador. Siempre llaman al Herborista.
-No estoy segura -respondió Nora-. Por lo visto la anciana preguntó por él. ¿Tienes hambre? Los niños acaban de tomar pan con mermelada. ¿Quieres un poco?
Gabe se acercó a la mesa. Nora le sirvió leche en un tazón. El chico bebió un poco y extendió mermelada sobre el pan recién hecho. La joven volvió a dedicarse a sus hijos.
-¿Crees que recordarán este momento cuando sean mayores? -preguntó Gabe de pronto.
-¿Lo de regañar por un juguete? ¿Lo de comer pan con mermelada? No creo; son muy pequeños para recordar cosas tan concretas. Aunque es posible que sí recuerden la sensación de haber sido cuidados, y regañados de vez en cuando, y abrazados -dijo Nora y volvió a llenarle el tazón-. ¿Por qué lo preguntas?
-No sé, por curiosidad.
-Yo recuerdo haber dormido al lado de mi madre siendo muy pequeña. Cuando pienso en ello, siento su calor, y creo que me cantaba. Supongo que tenía más o menos la edad de Annabelle -dijo Nora sonriendo-. Aunque yo entonces no sabía andar; tardé mucho en aprender, por lo de mi pierna.
Una de sus piernas estaba retorcida, razón por la cual andaba con bastón. Gabe miró el bastón y miró a Nora, pero tenía la cabeza en otro parte.
-Yo no recuerdo nada de eso.
-¿Y qué es lo que recuerdas, Gabe?
-Haber ido en la parte trasera de una bicicleta, en una sillita especial. ¿Has visto la del museo?
-Claro.
-Eso lo recuerdo, un poco, pero fue Jonás quien me trajo hasta aquí en esa bici. No me trajo mi padre, y a mi madre no la recuerdo, como la recuerdas tú, o como te recordarán a ti Annabelle y Matthew, salvo...
Hizo una pausa.
-¿Salvo qué? -preguntó Nora.
-Había una mujer -contestó Gabe, removiéndose inquieto en su silla-. Estoy seguro, y me quería.
-¡Cómo no iba a quererte, Gabe! -exclamó Nora sonriendo.
-Es que eso lo sé. Anoche, cuando hablábamos con Jonás de los dones...
-¿Sí? -Nora lo observaba con atención.
-No dije nada porque... no sé por qué, quizá porque necesitaba probarlo una vez más.
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