-Trabajo en el bosque, ¿puede haber algo más horrible?
-Bueno Ari, llámame loco, pero creo pasar lo que nos queda de vida encerrados en una cárcel de la Seguridad es un poquito peor.- le contestó Gabriel, sonriendo.
-Bueno, si lo miras así...
Los chicos estaban conectados de nuevo al ordenador. Todos salvo Eric, cuyos padres trabajaban durante todo el día, habían tenido que hacerlo a escondidas de sus padres, ya que estos les habían castigado. Este era el gran problema de que todos tuvieran puestos de trabajo en la Seguridad, las noticias se expandían a la velocidad de la luz entre los compañeros.
-Qué suerte tienes, Eric, tus padres apenas están en casa y puedes hacer lo que quieras.- le dijo Gabriel.
-Bueno, pero también tiene sus inconvenientes, ¿sabéis lo díficil que es hacer una sopa en condiciones? Es todo un desafío, creo que derrotar a Smith es más fácil que echar la cantidad justa de sal, a veces creo que estoy bebiendo agua de mar.
Los chicos rieron, siempre conseguían sacar un instante de felicidad ante cualquier problema, así era "El Cambio".
Vaint estaba en su cama tumbado bocarriba, con el móvil y uno de los auriculares puesto, para poder escuchar si sus padres se acercaban. El chico sentía una vorágine de sentimientos en su interior que no contribuía a eliminar el dolor de cabeza que sufría. Tenía miles de preguntas sin respuesta, y el desconcierto, la tristeza, la curiosidad, el miedo y la euforia predominaban en aquel momento en su corazón.
¿Dónde estaba Sylane? ¿Qué le había hecho Smith? ¿Qué escondía aquel hombre tras todo el circo y el negocio que había creado? ¿Qué aberración de la naturaleza era aquella serpiente enorme? ¿Por qué unos guerreros fantasmales le habían salvado de aquel monstruo?
Y sobre todo, ¿quién era ese tal "Perpetuo"?
Miles de preguntas como estas circulaban y se mezclaban en la mente del chico, y de cada una de ella, surgían otras dos más. Necesitaba ordenar sus ideas, y para ello, precisaba de tranquilidad. Sus amigos tenían muchas virtudes, pero el silencio no era una de ellas, así que se vio obligado a despedirse de ellos alegando que necesitaba descansar para el día siguiente.
Detrás de todo aquel espectáculo cruel, Vaint intuía que se escondía algo más oscuro y retorcido, lo había sabido desde el primer momento y la voz que había resonado por el anfiteatro la noche pasada se lo podía confirmar. Ningún humano poseía un timbre de voz tan cortante, capaz de hacer llorar de dolor a aquel que lo escuchara. El chico contemplaba la posibilidad de que fuera otro de los seres que Vaint tenía prisionero y se viera obligado a atacarlos, igual que la serpiente gigante, pero sentía algo en su interior que le susurraba que no estaba en lo cierto; el sexto sentido que siempre había poseído y que raramente le fallaba, aquel que le hacía odiar a Smith y le hiciera desear verlo entre rejas, aquel que le hacía amar a criaturas como Sylane, aquel le hacía sentir la palabra prohibida en aquel mundo...
Magia.
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Vaint se despertó sobresaltado al oír un golpe seco que había sonado en el salón. Se frotó los ojos, con el pensamiento aún en el sueño que estaba teniendo, compuesto por unos ojos azules amoratados y una sirena con cara de serpiente.
A tientas, buscó su móvil y lo encendió; las tres de la mañana. Resoplando, volvió a echarse en la almohada, dispuesto a dormir de nuevo y pensando si el golpe habría sido parte del sueño o realidad.
Dos golpes más sonaron, esta vez en la cocina.
Vaint se incorporó en la cama rápido, confundido y su alma de niño pensó que era un fantasma aterrador con bola de penitencia incluida. Afortunadamente, Vaint ya no tenía ocho años y dedujo que lo más probable es que fuera un ladrón novato que pretendía robar en casa de una pareja de Seguridad.
-Muy listo...- susurró Vaint, y se sentó en la cama, tapándose los oídos esperando a que sonara la alarma que tenía instalada en la casa.
Sin embargo, nada sucedió.
El chico frunció el ceño, preocupado, el pitido agudo y constante ya tendría que estar activado y sus padres, que presumían de sueño ligero y afinado oído, deberían tener ya apresado al ladrón.
Pero lo único que se escuchaba eran los pasos del desconocido en la cocina, abriendo y cerrando muebles.
Vaint se dirigió en silencio hacia la habitación de sus padres, que se encontraba al final del pasillo, pensando qué podría tener de valioso una cocina para un ladrón. En Aely, aquellos que tenían que alimentar a sus familias solían atracar en grupo los pequeños comercios que se encontraban al pie de los edificios, no se jugaban la vida trepando por ellos hasta la ventana de los apartamentos. Todo era tan extraño.
-Papá, mamá... Despertad...- susurró el chico al llegar a la cama de sus padres. Tocó el brazo a su madre, que se removió un poco, pero la única respuesta que obtuvo fue la respiración acompasada y tranquila de sus padres. Volvió a intentarlo, esta vez con su padre, pero nada. Parecían inmersos en un sueño profundo del que no se despertarían fácilmente.
"Genial" pensó con fastidio Vaint y con toda su fuerza de voluntad, decidió actuar por su cuenta. Caminó lentamente por el oscuro pasillo hacia el salón, pasando por el cuarto de baño para coger el palo de la fregona y poder utilizarlo como arma. Con el corazón desbocado, Vaint se dirigió hacia la cocina, donde encontró algo que le sorprendió y alivió a la vez.
No era un ladrón lo que estaba registrando el frigorífico, arrojando al suelo latas de cerveza y aquellos restos de lasaña de la cena.
Vaint no creía que fuera humano siquiera.