El rostro de Sylane salió a la superficie, cerca de la mano de Vaint, quien se quedó petrificado, completamente absorto observando cómo las gotas resbalaban por el rostro de la hermosa criatura.
La mirada de la sirena se posó suavemente en los ojos de Vaint y él salió de su ensoñación, curvando los labios en una tímida sonrisa. Ella pareció sorprenderse, y no era para menos, todos los humanos eran monstruos en su mente, despiadados, que iban al espéctaculo para reírse de ella. Pero este parecía diferente, aún así, decidió mantener las distancias.
Batió su cola y se alejó unos centímetros de la mano del chico, quien comprendió en ese momento que la sirena no confiaba en él lo suficiente. Caviló cómo hacer que la criatura se fiara de él y, mientras pensaba, comenzó a tararear la canción que había escuchado antes, en la voz de la sirena. Sylane abrió mucho los ojos y se acercó de nuevo, le resultaba familiar esa melodía.
Las sirenas no recuerdan los sonidos que profieren cuando cantan, no siguen una melodía concreta, simplemente, cantan.
Vaint se dio cuenta y continuó tarareando la canción, más animado. La criatura se acercó más hasta quedar a pocos centímetros de la mano del chico, dudó, mirándola y Vaint movió los dedos en el agua, despacio. Sylane sacó su mano escamada y repitió los mismos movimientos, el chico acarició el agua en círculos, la sirena le imitó y Vaint rió. Sylane volvió a sorprenderse, su risa era diferente a la de los espectadores del anfiteatro, quienes reían nerviosos, demasiado alto.
Sylane sonrió dulcemente por primera vez desde que llegó a aquel estanque, y Vaint creyó sentir un aleteo en su interior, era preciosa.
El chico acercó su mano a la de la sirena, despacio, mirándole a los ojos. Sylane se asustó un poco pero, a la vez, sentía curiosidad por tocarle, la forma en la que acariciaba su elemento, el agua, era tan delicada. Además, esa mano se acercaba despacio, no rápido y cortante como los látigos de Dante Smith los primeros días, cuando la estaba "domesticando".
Sus dedos se rozaron y se unieron.
La mano de Vaint estaba cálida y su contacto era agradable.
La mano de Sylane estaba fría y su contacto era mágico.
Ambos se miraron a los ojos y sonrieron. Vaint se atrevió a acariciar la mano de la sirena con el dedo pulgar, haciendo círculos. Sylane apartó la mano, haciendo un sonido parecido a la risa, pero mucho más delicado, la sensación que tuvo cuando el chico le hizo eso fue como si pequeños peces le estuvieran dando mordisquitos.
Cosquillas.
Vaint sonrió y apoyó las manos en el borde de la piscina:
-¿Puedes entender lo que digo?
La sirena frunció el ceño, intentando descifrar aquellos sonidos, su mente no estaba acostumbrada a ellos pero, al fin y al cabo, su origen era el agua, y el agua llegaba a todas partes del mundo. La magia de las sirenas, también llamadas por la mitología, nereidas, era casi ilimitada.
Asintió.
-¿Cómo te llamas?- preguntó Vaint, sorprendido de que la nereida pudiera entenderla. Se señaló a sí mismo.- Soy Vaint.
-Vaa...int...- repitió ella, probando los sonidos en su boca.
-Eso es... ¿Y tú?- la señaló.
La sirena pronunció una palabra ininteligible para Vaint, sonaba a la caída de una cascada, así que pronunció algo parecido:
-Sy...lane...
Ella movió su mano girándola sobre la muñeca que quería decir: "más o menos":
-De acuerdo...- dijo el chico.- ¿Estás bien?
-No... S...mith.... Duele... Lágrimas- tenía un acento muy extraño y Vaint debía prestar mucha atención para entenderla. Sin embargo, la expresión compungida de su cara lo decía todo. El chico sintió su cara arder, de rabia.
-Las paredes...- la sirena pareció confundida, buscaba encontrar las palabras adecuadas.- Luces pequeñitas... Y...
Se giró para que el chico pudiera ver su espalda y señaló un trozo de piel que estaba roja e intentando regenerarse.
Una quemadura.
Vaint apretó fuerte sus manos contra el filo de la piscina, hasta que los dedos emblanquecieron.
La sirena se apoyó en el borde con ambos brazos, como si estuviera cansada y suspiró, cerrando los ojos. Vaint se sentó con las piernas cruzadas, mirándola e intentando reprimir el impulso de acariciarle el rostro:
-Debes irte, debes ser libre.
La sirena abrió los ojos al escuchar la palabra "libre":
-No puedo... Cárcel...- dijo, abarcando con un movimiento de brazo el anfiteatro y la piscina.
-Lo sé, pero este no es tu lugar. Tienes que escapar.
-¿Cómo?
Vaint miró la luna, que bañaba con su luz toda la cárcel de Sylane:
-Conozco la ayuda necesaria.