Capítulo 24

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-¡¿Dónde estabais?!- exclamó Vaint, levantándose de golpe, encarando al ser azulado.- ¡Eric casi mata a Yumi!

Iat miró a Vaint con un comentario cortante sobre los modales y el respeto a los mayores en los labios, pero éste murió al ver a Yumi tumbada en el suelo, inconsciente. Se abalanzó sobre ella y le agarró fuerte de las muñecas, buscando el pulso. Los chicos se apartaron de su camino precipitadamente, sin comprender el por qué de aquella reacción. Iat no conocía tanto a Yumi como para mostrar aquella preocupación tan inmensa, apenas había cruzado con ella un par de palabras.

Sin embargo, el ansia por comprobar que la chica se mantenía con vida era muy real.

-Su pulso es débil, ha sufrido una conmoción enorme.- dictaminó el genio, moviendo su perilla con disgusto y... ¿rabia?

-¿Se salvará?- preguntó Zira, la voz rota.

Iat asintió lentamente, como si no se atreviera a asegurarlo. Tomó a Yumi en brazos y se acercó al tronco de un árbol, donde apoyó con suavidad su cabeza en una de las raíces que sobresalían de la tierra.

-¿No hay manera de despertarla?- Ariadna acarició el pelo de Yumi, peinándola con los dedos.

-Imposible, la tortura a la que Eric la ha sometido ha sido demasiado intensa- aseguró Iat.- La Luz y la Oscuridad han vivido equilibradamente mucho tiempo, pero sin acercarse. Eric, Smith o quien sea el que está detrás de todo esto, quiere destruir una para que la otra reine a sus anchas.

-Y lo está consiguiendo- murmuró Vaint, que no había dejado de pensar en la hipótesis de Ariadna y en la relación que podría tener con las visiones.

-¿Qué dices, tío? ¿Estás tirando la toalla?- dijo Gabriel, frunciendo el ceño.

-De ninguna manera, Gabriel, solo estoy analizando la situación.- Vaint colocó sus manos sobre la nuca y miró al cielo.- Puede sonar negativo, pero estoy convencido de que Smith está tramando un plan contra el que poco podemos hacer. Nos enfrentamos a algo que escapa del entendimiento humano, chicos.

>>Sirenas, duendes, un ejército nocturno fantasma... Los elementos nos controlan, nos hablan, nos han querido mandar un mensaje que no somos capaces de descifrar. No estamos hablando de molestar a Smith con misiones de incursión a sus propiedades. Esto es mayor.

El grupo de amigos calló, abrumados por la exposición tan clara de Vaint. Ciertamente, estaban en problemas.

-¿Qué visiones?- interrumpió Iat, acariciando su perilla.

Los chicos procedieron entonces a poner al día a su compañero de todas las novedades, incluyendo la narración de aquellas extrañas pesadillas y la relación que Ariadna creía que podía tener con el Hexágono.

-Ciertamente, querida Ari, es usted muy inteligente.- La chica se sonrojó, murmurando un "gracias" y haciendo que Gabriel la admirara, no era fácil ver aquella reacción Ariadna, tan orgullosa e intrépida.- No me parece descabellado que los elementos os quisieran prevenir ante lo que se avecina.

Ariadna, Gabriel, Vaint y Zira se miraron, el miedo comenzaba a atenazar sus corazones y el cansancio no ayudaba.

-Ya descubriremos la manera de encontrar una solución a este rompecabezas, ahora a dormir un poco, enanos. Yo vigilaré.

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Amanecía cuando el primer rugido hizo temblar las rocas y estremecer el cielo. Procedía del vientre de las montañas, extendiéndose por los pasillos de las numerosas cuevas y desembocando en la linde del bosque, en los árboles, los animales... En el sueño agitado de los chicos, que se despertaron sobresaltados.

-¿Qué coñ...?- murmuró Gabriel, restregándose los ojos y estirando la espalda. El suelo y las raíces no formaban la mejor cama.

-Son los Minotauros, ¿cómo se habrán enterado de que estamos aquí?- dijo Iat, andando deprisa de un lado para otro.- Tenemos de salir de aquí y entrar en el bosque, ahí serán más vulnerables que cerca de las montañas.

En aquel mismo instante, un mazo metálico inmenso cayó a los pies de Vaint, quien se apartó de un salto. Instantes después, los chicos corrieron hacia Iat, que ya había tomado a Yumi en brazos y encabezaba la marcha levitando, con ese peculiar brillo que comenzaba a tornarse violento.

A sus espaldas, los pasos de los Minotauros hacían retumbar la tierra y sus rugidos denotaban ansia de sangre. Quizás la pelea en el riachuelo había llegado a sus oídos y querían venganza ante el arrojo de las chicas para defender a aquellas mujeres. Quizás Eric no había tenido suficiente aún.

Zira tropezó con una raíz y cayó al suelo. Temblando, colocó las manos bajo sus hombros y se incorporó con el rostro manchado de lodo para caer de nuevo. Las fuerzas le fallaban y un tobillo le ardía.

Ajahar, que cerraba la marcha tras la chica, saltó sobre ella con sus potentes patas para colocarse a su lado y restregar el morro en su costado. Instándola a levantarse.

-Ve tú, chica...- murmuró Zira.- Sálvate.

La tigresa le miró a los ojos, noche alabastro contra oscuridad diamante. De repente, Zira avistó el raciocinio más allá del salvaje instinto que debería mantenerse en la mirada de un animal como aquel.

Tristeza.

Rabia.

Colmillos.

Rugido.

Metros adelante, Iat se detuvo y cambió el rumbo de aquella carrera, dejando a Yumi en los brazos de Vaint.

-Escondeos, protégela.

El chico asintió y se perdió entre los arbustos con dificultad.

Ariadna y Gabriel, que también habían escuchado la llamada de Ajahar, no dudaron un momento en volver sobre sus pasos. Encaminándose al peligro.


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