Capítulo 17

19 3 0
                                    

Tras la discusión con Gabriel, Erik se alejó del campamento de la Tribu Libre con la ansiosa necesidad de respirar en soledad. Las palabras de Zira, por quien comenzaba a sentir un fuerte cariño, habían herido su orgullo, haciéndole sentir como un niño a quien sus padres riñen.

Ojalá su infancia hubiera sido sólo eso; pequeñas reprimendas.

El chico sentía una punzada constante en su pecho que interpretó como rabia y culpa tras la pelea innecesaria con Gabriel. Cierto era que aquel muchacho conseguía sacarle de sus casillas y le resultaba irritante cuando se ponía en actitud de caballero andante en busca de la princesa. Vaint sí que era un líder, Gabriel, en ocasiones, sólo un poco pedante. Además, no permitía que nadie cuestionase su habilidad con los inventos o la tecnología. "El Cambio" se había salvado muchas veces por ello.

En estos pensamientos se encontraba Eric cuando se dio cuenta que llevaba caminando lo que parecía ser una hora. Paró en seco para mirar alrededor, en busca de algún indicio que lo condujese de nuevo al campamento.

Sólo el silencio que el bosque le ofrecía y el ulular de alguna lechuza.

"Genial, ahora tendré que esperar a que amanezca y buscar mis huellas entre la hierba." pensó el chico, recordando los consejos de Yumi en la misión de rescate de unos seres verdes de corta estatura que Smith tenía apresados en mitad del bosque, hace ya dos años, para que los altos mandos de Seguridad practicaran la caza. Aquella misión fue todo un éxito, a pesar de que no lograron salvar a algunos, que ya habían perecido bajo las armas de aquellos peces gordos.

Buscando un sitio cómodo y resguardado para pasar la noche, Eric avanzó hasta que sus ojos se posaron sobre una oquedad formada en una roca gigante. Tras comprobar que no había ningún animal dentro, decidió penetrar en aquel refugio natural, acomodándose en la pared y dando gracias a que la noche no era muy fría.

El chico cerró los ojos, y durmió tranquilo, hasta que su cuerpo y su subconsciente decidieron separarse por primera vez, sumiéndose en un remolino de sensaciones que acabaron por transportarle al más extraño de los sueños.

Se veía a sí mismo desde fuera de su cuerpo y el instinto predominaba sobre la situación, haciéndole avanzar aún más en la cueva, atraído por un imán irresistible que le empujaba a la oscuridad. Podía sentir sus pasos livianos y el silencio que le rodeaba parecía convertirse en nubes que comenzaban a impedirle ver más allá de sus propias narices.

Aquel silencio sordo angustiante se transformó en un suave tintineo que procedía de una campanilla anclada al arco de un portentoso pozo plateado al final de la cueva, en la sala rocosa a la que Eric llegó, reluciente en mitad de la negrura.

Aquel pozo le resultaba fascinante y misterioso, se sentía como un pirata que acaba de encontrar un tesoro, no sabía el qué, pero intuía que allí habría algo que le haría sentir emociones jamás antes vividas.

Por tanto, se acercó al centro de la sala y, apoyándose en el borde del pozo, miró hacia abajo, donde la oscuridad le devolvía la mirada curiosa que Eric mostraba. Sin embargo, a pesar de aquella quietud, la campanilla continuaba su alegre tintineo y, fijándose mejor, la oscuridad comenzaba a relucir con vida propia en pequeños puntos.

En aquel instante, cuando el tiempo parecía detenerse y el chico observaba embelesado el movimiento delicado de los puntos brillantes, una voz le prometió en susurros todo lo que él jamás hubiera imaginado conseguir. Habló de poder, gloria y victoria y le juró que juntos alcanzarían lo que Eric siempre había deseado.

Venganza.

Y Eric dudó.


PrisioneraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora