Capítulo 13

20 3 2
                                    

Esa pregunta de Iat dejó a Zira y, por extensión, a todo "El Cambio" completamente confundido.

"¿Crees que es un delito pensar?" 

-No os preocupéis, amigos míos, en unos minutos entenderéis lo que os digo- Iat torció a la derecha entre dos enormes sauces cuyas ramas se confundían unas con las otras, al caer al suelo en esa especie de cascada natural que sólo esos árboles podían hacer crecer con tanta elegancia.

Al otro lado de la aquella cortina esmeralda, encontraron un claro con un pequeño estanque natural en el centro, donde el sol de mediodía reflejaba sus haces de luz intensos. Había florecillas repartidas por la hierba y el claro estaba limitado por más sauces frondosos que proporcionaban algo de sombra al bello espacio.

Iat indicó a los chicos que le siguieran y avanzaron algunos pasos lentamente, sin querer romper el silencio del lugar. De repente, una flecha se clavó frente a Ariadna, que lanzó un grito de sorpresa y se agarró al brazo de Gabriel, quien no sabía si sorprenderse más de la flecha o de aquel gesto de la chica.

-¡Buenos días a ti también, Daiv!- gritó el genio, sonriendo con sorna.

Una risa sonó entre los árboles y las copas de los árboles que se encontraban sobre las cabezas de los chicos se agitaron, y una sombra se escabulló entre las ramas. La misma sombra que cayó en el mismo sitio donde se encontraba la flecha clavada en el suelo.

-Buenos días, Iat.- dijo una voz grave a la que siguió un imponente hombre pelirrojo de piel pálida que arrancó la flecha de la tierra y la metió en el carcaj que llevaba a la espalda. Sólo llevaba un pantalón de cuero negro y su piel estaba cubierta algunas cicatrices rosadas provocadas seguramente por el roce de las ramas de los sauces, o al menos eso querían pensar los chicos.

-Os presento al Guardián del Vértice Líquido- dijo Iat, estirando el brazo.- Daiv, estos son "El Cambio".

-Bonito nombre, pero mejor es la intención que representa.- sonrió Daiv a Ariadna, quien aún no había superado la sorpresa de ver al hombre realizar aquel salto desde el alto sauce. Ella nunca se habría atrevido a hacerlo, a pesar de que le encantaba "hacer la cabra" como le repetía su madre miles de veces. Sin embargo, había algo en Daiv que le resultaba familiar, algo que nunca había sentido con nadie. Como si ya lo conociera de antes...

Gabriel interrumpió sus pensamientos carraspeando, un poco molesto ante el intercambio de miradas entre Ariadna y Daiv:

-¿Guardián del Vértice Líquido? ¿Y eso qué significa?

Daiv miró al chico que abrazaba a aquella joven que tan agradable le resultaba, a pesar de que nunca había cruzado palabra alguna con ella:

-¿No les has puesto en sobre aviso, genio?

-Estaba más interesado en alejarles de Smith, la verdad.

El hombre pálido suspiró:

-No deberías haber permitido siquiera que se acercaran tanto a ellos- le recriminó, mirándole de soslayo.- Es muy peligroso.

-Nadie contaba con la excursión al anfiteatro, ¿sabes?

"El Cambio" dirigió una mirada unida de sorpresa hacia Iat, ¿cómo sabía el genio aquello? Las misiones siempre eran secretas completamente, nadie podía haberlo sabido, y los chicos estaban seguros de que Dante Smith no estaría muy interesado en dar publicidad a la falta de seguridad en los establecimientos de su negocio.

Parece que Iat tenía mucho que explicar, y así se lo hizo saber Vaint, quien interrumpió la disputa en la que el genio estaba enfrascado con Daiv. De todos modos, no estaban entendiendo nada de lo que hablaban aquellos dos.

Iat suspiró y miró a Daiv:

-Creo que ya va siendo hora de que estos chicos sepan qué parte les corresponde de lo que están viviendo.

-Bueno, mejor dirás qué no les corresponde- rió el hombre de ojos claros.- Primero, busquemos un lugar donde estar más cómodos. Está anocheciendo y todos necesitamos un respiro.

El genio estuvo de acuerdo y los chicos se sintieron aliviados de poder sentarse aún, llevaban andando horas y el estómago les rugía. Además, Zira necesitaría algo más que un trozo de tela para que su labio volviera a ser el que era, ahora destrozado por la bofetada que le había propinado la Seguridad que decía ser su madre.

Daiv se acercó al pequeño estanque y miró sus aguas, concentrado, como si estuviera buscando algo. Cuando pareció encontrarlo, susurró unas palabras que los chicos no alcanzaron a oír y comenzó a andar entre los árboles, seguido del Genio y los chicos.

Ariadna se atrevió a mirar dentro del lago, un vistazo rápido cuando pasó junto a él. Su curiosidad ardiente siempre podía con la prudencia, y se sorprendió al comprobar que era muy profundo. Además, la chica apreció algo extraño, y es que no veía los bordes del agujero en que el que solían crear las albercas o las paredes de roca internas creadas naturalmente por la erosión del agua.

Parecía no tener límites.

Gabriel tiró de la mano de Ariadna suavemente:

-Tierra llamando a Ariadna, ¿qué ven sus ojos dotados del color más puro de la madera que no vean mis pobres ojos mortales?- le devolvió a la realidad, con el tono de donjuán meloso que tanto irritaba a Ariadna. Sin embargo, esa vez la chica sonrió discretamente mientras le soltaba la mano y le dirigía una frase irónica.

Gabriel rió, encantado por esa sonrisa que le había arrancado a la chica.

Ariadna enrojeció riendo y se colocó entre Gabriel y Vaint, cerrando la fila, con sentimientos contradictorios.

~~

No había pasado mucho tiempo desde que salieron del claro del estanque y llegaron a otro mucho mayor, rodeado de árboles muy diferentes; sauces, abetos, avellanos, cerezos, robles y dragos. Vaint no encontraba una explicación a todo aquel despliegue de distintas especies vegetales que necesitaban específicas condiciones para sobrevivir.

Sin embargo, la actividad del campamento que se encontraba en el gran claro era mucho más interesante que el biotopo del Bosque Este.

Estaba formado por casitas hechas de ramas de árboles y una especie de cemento que se realizaba con paja molida y agua. Había una docena al menos, y sus moradores eran de muy diferente tipo.

De todas las edades, de todas las razas, hombre y mujeres que convivían en un espacio natural precioso. Todos vestían pantalones de cuero de diferentes colores y el torso descubierto, tanto hombres como mujeres.

Los chicos miraron con asombro aquella comunidad que parecía vivir al borde de los complejos y los prejuicios, sólo viviendo con los recursos que la naturaleza les ofrecía.

-Bienvenidos a la Tribu Libre- dijo Daiv, sonriendo a una mujer que se acercaba con un bebé en brazos y le besaba.

-También tachados como los criminales más peligrosos de Aely- susurró a Iat, con una media sonrisa sarcástica.

Los chicos no podían creer cuán engañados habían estado.


PrisioneraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora