Capítulo 26

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Vaint deseaba con todas sus fuerzas que sus amigos hubieran podido escapar mientras andaba con Yumi a cuestas, alejándose lo más rápido que podía del peligro. Ciertamente había que proteger la Luz que parecía guardar aquella chica en su interior. Era sorprendente, Yumi siempre había sido una persona especial; madura e inteligente. A pesar de ello, era tímida con las personas que no conocía y por tanto, no destacaba en popularidad. Podía llegar a ser fría y distante, pero "El Cambio" ya estaba acostumbrado a ello.

La Luz no había podido escoger un escondite más discreto.

Vaint pensó entonces en Eric, también prudente y adulto, pero sí con una gran impulsividad que normalmente acababa en tragedia.

Aquellos dos eran similares dentro del antagonismo.

El sol lucía en todo su esplendor cuando Vaint hizo una parada junto a uno de los cientos de sauces que llenaban el Bosque, agotado por la huida. Apoyó la espalda de Yumi en el tronco y le tomó el pulso, con esperanzas de que hubiera mejorado. En vano, ya que seguía siendo bastante débil.

Suspirando contrariado, el chico se levantó y miró alrededor, evaluando la situación. Decidió explorar un poco el terreno y avanzó unos pasos más allá de los árboles. Aquellos sauces le recordaban a los que había en el Vértice del Agua y encontrarse cerca de él le serviría para buscar a Daiv. Necesitaban ayuda.

Cada paso de Vaint hacía crujir la hojarasca mientras que algún pajarillo cantaba levemente, como si la presencia del muchacho le intimidara. Vaint comenzó a sentir gotas de sudor resbalando por la sien, notando como el sol calentaba más, la temperatura aumentaba, a pesar de que las copas de los árboles creaban extensas sombras.

De repente, el suelo se hundió bajo sus pies.

~~

El dolor de cabeza despertó a Vaint, quien creyó haberse quedado ciego, tal era la oscuridad que le rodeaba. Un golpe a su derecha le hizo volverse rápidamente:

-¿Hay alguien ahí?

Cientos de antorchas se encendieron al sonido de su voz, revelando una cueva amplia de techos elevados. La roca grisácea estaba adornada con vetas azabaches y cubierta de extraños símbolos entre los que reconoció aquellos que describió Gadia. Símbolos redondeados que causaban a Vaint una extraña familiaridad; círculos, líneas, puntos...

-¿Te gusta mi caligrafía?

La melosidad de aquella voz hizo despertar en el interior del chico sentimientos anteriormente conocidos. Con Sylane. Se giró inmediatamente, esperando encontrar a quien le había robado el corazón.

Por un momento, creyó encontrarse frente a frente de nuevo con la sirena, pues el rostro de aquella mujer se asimilaba bastante. Pero ahí radicaba el problema, que no era una sirena, sino una mujer bípeda. Además, no poseía el cabello plateado de Sylane, sino una abundante melena rizada carmesí.

-¿Quién eres...?- se atrevió a preguntar el chico, con el corazón en un puño.

-Mi nombre es Samanth, vivo en esta cueva, soy su guardián y protectora. Pero mi identidad no importa ahora, debes prestar atención a lo que voy a contarte. Es muy importante para evitar la catástrofe.- Samanth comenzó a moverse de un lado para otro, muy nerviosa, observando la llama de todas las antorchas.

>>Las visiones que tuviste junto a tus amigos son premoniciones, Zira ha cumplido la suya hace un momento, mientras tú huías con Yumi.

Vaint miró a aquella extraña mujer vestida de harapos que no dejaba de observar las antorchas, recorriendo toda la cueva.

-¿Cómo sabes el nombre de mis amigos? ¿Y lo de las visiones? ¿Qué le ha ocurrido a Zira?

-Porque fuimos nosotros, los Guardianes, los que os enviamos esas visiones. La Oscuridad está amenazando nuestro mundo, Vaint y si nosotros caemos, habrá consecuencias peores.- Se acercó al chico y tomó sus manos.- Debes creerme, no confíes en los que parecen estar de tu lado, pues ellos mismos pueden contener la peor de tus desdichas.

-Pero, ¿cómo...?- la visión de Vaint comenzaba a nublarse y el rostro de Samanth desaparecía poco a poco.

-No confíes, recuerda el motivo por el que existes... Sálvanos, Perpetuo...

~~

Sobresaltado, Vaint se incorporó rápidamente, despertándose. A su lado, Yumi dormía plácidamente. Sobre él, el ocaso anunciaba la noche.

El chico colocó la cabeza entre sus manos, cerrando los ojos e intentando distinguir si aquel sueño había sido realidad o ilusión. Aún podía ver las ascuas que hacían las veces de pupilas en los ojos de aquella mujer.

Cuando sus pensamientos se aclararon, o eso creía Vaint, abrió los ojos y avistó un papel amarillento a sus pies, con una esquina del mismo quemada. En él, Vaint volvió a ver aquellos símbolos de la cueva y, aunque él no lo entendiera supo que aquella línea rezaba:

"Sólo los que entienden, creen. Sólo los que creen, ven"

PrisioneraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora