Capítulo 12

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El Bosque Este era muy parecido al Sur, quizás se diferenciaba en el tipo de árboles que lo poblaban. Mientras que en el Bosque Sur predominaban los abetos y castaños, la parte del Bosque al que se dirigía "El Cambio" junto a Ajahar e Iat estaba compuesto por sauces, paraísos y muchos arbustos que tomaban el agua de los numerosos riachuelos que dibujaban surcos en la tierra y que los chicos atravesaban saltando de roca en roca.

Para ser sinceros, era un lugar precioso para estar. Los chicos comenzaron a sentir una paz inmensa cuando Iat les comunicó que ya habían entrado en el Bosque Este, era como refugiarse en casa mientras una tormenta caía inmisericorde sobre los adoquines de la acera. Estar ahí significaba que había pocas posibilidades de que la Seguridad los encontrara.

Sin embargo, los chicos no podían olvidar que se encontraban en un territorio desconocido, donde según la sociedad de Aely se escondían los más peligrosos rebeldes, asesinos y criminales que habían atentado contra la seguridad de la ciudad y sus habitantes.

O eso decía Dante Smith.

Nadie en su sano juicio creería a un gordo maltratador de seres fantásticos, pero la gente de Aely parecía no ver más allá de sus narices, quizás el hecho de mostrar a seres como Sylane en una posición de esclavitud y espectáculo sólo hacía que los aelynos pensaran que estaban por encima de la naturaleza y que Smith era una especie de dios maligno que hacía y deshacía a su voluntad, tanto en la ciudad, como en su negocio de circo horrible.

Todo esto lo habían pensado los chicos de "El Cambio" millones de veces, pero intuían que había algo más detrás de todo ello, algo más oscuro. Sus sospechas quedaron resueltas tras la noche en el anfiteatro.

Vaint miró a Iat, que levitaba a su lado con porte orgulloso y no paraba de sonreír, como si se sintiera preso de una euforia magnífica: "Espero que tú nos lleves a la solución de todo el problema, y que no nos traiciones." Entonces, recordó a su padre agarrándole del brazo y apuntándole con una pistola a la cabeza, aquella imagen le llenó de angustia y llevaba todo el camino preguntándose la razón de ese comportamiento. ¿Tanta era la devoción por Smith que hasta sería capaz de matar a su propio hijo? Y lo mismo ocurría con el resto de sus amigos:

-No hagas eso, Vaint.- susurró una suave voz a sus espaldas.

-¿Eh? ¿Qué?- dijo el chico volviéndose hacia Yumi, que se había colocado a su lado.- ¿Que no haga qué?

-Pensar demasiado, siempre lo estás haciendo- la chica frunció el ceño.- Si te sirve de consuelo, yo estoy tan confundida como tú. Aún me duele la muñeca de los tirones de mi mad... De esa mujer.

Vaint sonrió ante la seriedad de la japonesa:

-Me consuela bastante no estar solo en todo este tema, deberíamos intentar sacar alguna conclusión de lo ocurrido, sabía que mis padres querían que fuese de otra manera, pero...

-¡Secretitos en reunión, falta de educación!- dijo Gabriel, metiéndose entre Vaint y Yumi rápidamente.

-Y el que los quiera escuchar, falta de humanidad- apuntó Ariadna poniendo los ojos en blanco mientras saltaba entre las raíces de los árboles, tan activa como siempre.

-En rimas no me ganas, querida Ariadna- dijo Gabriel, haciendo una reverencia.- Eres una novata en las letras, no sabes hablar siquiera, así que hazte a un lado y deja a los mayores hablando.

-Rimas asonantes, muy típico de ti, Gab. Pero yo al menos sé por dónde ando- dijo Ariadna mirándole los pies con una sonrisa irónica.- Tendrás mucha suerte a partir de ahora.

Gabriel le miró extrañado, y cuando comprendió lo que sucedía, se miró rápidamente los pies, encontrando el excremento de un animal salvaje pegado a su suela izquierda:

-¡Dios! ¡Menudo moj...!

Un rugido de Ajahar ahogó el improperio de Gabriel, sobresaltando a todos los amigos mientras que Iat miraba con una ceja alzada a Gabriel y Ariadna:

-Vosotros, ¿podríais dejar de comportaros como un matrimonio refunfuñón y guardar un poco de silencio? Este lugar es más delicado de lo que imagináis.

-Sí, sí, ya veo que todo es purpurina y modales refinados aquí...- murmuró Gab entre dientes mientras intentaba quitarse el accidente del zapato frotándolo contra el suelo.

Los chicos cubrieron sus bocas para intentar tapar la risa y la voz de Zira desvió la atención del genio sobre la pareja:

-¿Por qué? ¿Qué tiene de especial? De hecho, nosotros no deberíamos estar aquí, donde están los más malvados criminales de la ciudad.

Los chicos enmudecieron y sus rostros adquirieron expresiones serias, Zira había dicho en voz alta lo que todos llevaban pensando un buen rato. Nunca habían querido creer lo que Smith contaba sobre la parte más alejada de la ciudad, pero el temor a lo desconocido les asaltó.

Iat miró a Zira con una media sonrisa sarcástica:

-¿Crees que es un delito pensar?


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