La pequeña cocina estaba iluminada tenuemente, aunque no había luz alguna encendida. Quizás era por el ser que se encontraba frente al frigorífico, tenía forma humana, pero levitaba unos centímetros del suelo y su piel brillaba en destellos azul y plata. Su espalda desnuda era lo único que Vaint podía ver de él, además de unos pantalones hechos de un material que parecía ser seda morada. El chico se quedó con la boca abierta, pero inmediatamente recobró la compostura, había pasado por una situación peor la noche pasada, la única diferencia era que ahora se encontraba solo, sus amigos no estaban ahí para ayudarle y sus padres se encontraban en una especie de sueño profundo.
A Vaint no le gustaba mucho la soledad, podríamos decir que incluso la temía. Sin embargo, en aquella ocasión, algo le resultaba familiar en aquel ser, por una extraña razón, su presencia no le incomodaba.
-¡Eh, tú! ¡Deja eso!- exclamó Vaint desde la puerta, apuntando a aquel ser con el palo. Él se giró, sorprendido y sus ojos negros se clavaron en el rostro de Vaint, quien abrió la boca al contemplar el rostro del intruso, el cual era alargado y poseía un mentón puntiagudo adornado con una pequeña perilla que se encontraba bajo unos labios finos, los cuales escondían unos dientes blancos como la cera. Era atractivo y su pecho estaba cubierto de un pequeño pectoral dorado donde tenía un grabado constituido por dos espadas cruzadas.
-Tú... Me suenas de algo... ¿Te debo dinero? ¿¡No serás el que me liberó de la esclavitud!?- el ser cruzó los brazos mientras componía una mueca pensativa.- Definitivamente no, me acordaría, además, tú eres más joven que él. Y más pequeño, ¿no deberías crecer más? Mi primo Alad con tu edad ya medía tres metros, yo...
-¿Pero qué dice? ¡Salga ahora mismo de mi casa!- exclamó Vaint.
-¿Perdona, me hablas a mí? Soy un genio sin amo, enano, no obedezco a nadie- dijo mientras se giraba hacia el frigorífico de nuevo y cogía una lata de refresco, que se abrió al contacto de su mano.- Mi nombre es Iat, por cierto, bonito palo, tal vez un poco gastado... Aunque de limpiar no será, el suelo está asqueroso.
Vaint miró la comida desperdigada por el suelo, que ya comenzaba a atraer las primeras hormigas y frunció el ceño. ¿Un genio ladrón? ¿Pero quién había dejado abierto el almacén de Smith?
Iat salió de la cocina y se dirigió al salón. A su paso, las luces se encendieron y el genio se lanzó al sofá, tendiéndose tan tranquilamente, parecía muy familiarizado con el entorno. Su brillo se desvaneció poco a poco, hasta quedar su piel de un color más humano.
-¿No te importa que me relaje, verdad? Esto de parecer una luciérnaga me tiene frito, está bien para ver en la oscuridad y eso... Aún así creo que deberías empezar a replantearte comprar un jarrón nuevo- señaló perezosamente los trozos de porcelana repartidos por el suelo. "Perfecto, el regalo de Smith por el aniversario de boda de mis padres" pensó Vaint, su madre sentía verdadera devoción por ese regalo porque era "exclusivo y especial para nosotros", aunque los padres de los otros chicos tenían todos el mismo. En el fondo, Vaint se alegró maliciosamente de que se hubiera roto.- Pero la gente te mira raro si vas brillando por ahí como si fueras un farolillo.
Vaint no podía creer lo que veían sus ojos, tenía una criatura fantástica tumbada en su sofá bebiendo el último de sus refrescos favoritos, debería ya de haberle dejado inconsciente como sus padres le habían indicado que hiciera en casos como aquel, pero sin embargo, no podía. Sentía algo familiar en Iat que le impedía hacerle daño, así que optó por el camino del diálogo:
-¿Te has escapado de Smith?
-¿De quién?
-De Smith, Dante Smith, ¿no sabes quién es?