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Mis nervios crecían con cada Tic-Tac que daba el reloj. Los segundos y los minutos pasaban y yo me estaba debatiendo entre llamar y no llamar.

Había una gran posibilidad que aquel chico de mirada oscura, fuera el responsable del número de teléfono en mi mochila. Quería aferrarme a esa posibilidad.

Sin ser consciente de lo que estaba haciendo, mis dedos estaban marcando aquel número, no había vuelta atrás. Debía hablar. El teléfono sonó una, dos, tres veces. Cuando estaba perdiendo toda esperanza, sonó la cuarta vez. Esta fue interrumpida.

-¿Hola? - Hablaron del otro lado de la línea. Mi respiración comenzó a acelerarse. Era él. Era Ryan.


*Dedicado a una de mis mejores amigas, ella entenderá el chiste. Fue algo que ella por lo que me hizo pasar, algo parecido a la protagonista.*


El Chico del AutobusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora