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Los segundos pasaban convirtiéndose en minutos, para luego ser horas. Mis nervios eran palpables. Mis manos sudaban constantemente, haciendo que las secara una y otra vez en mis pantalones. El revoloteo estaba posado en mi estómago. La garganta se me resecaba. ¿Cómo era que Ryan provocaba todo esto en mí, si ni siquiera estaba enfrente de mí?

El timbre sonó, vi la hora y aún faltaban diez para las cinco. "Vino temprano" pensé.

Baje las escaleras a un tiempo récord. Abrí la puerta con todo entusiasmo. Pero sinceramente no era la persona que esperaba.

El Chico del AutobusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora