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Voltee hacia el reloj que se encontraba enfrente de mi cama, 11:45 p.m. faltaban exactamente quince minutos para las doce y yo aún seguía en mi habitación debatiéndome sobre ir o no. Quería verlo, ¡Maldición! Anhelaba verlo, abrazarlo, besarlo, tocarlo... no, no y no. Debía controlarme. Solo tenía que ir y escuchar lo que él tenía que decirme.

¿Perdonarlo?

No lo sabía. Su engaño me había dolido y roto mucho. Había pasado llorando noche tras noche por él y nunca se dignó aparecer... hasta ahora. Me amaba, lo había escrito en la nota. Pero quería escucharlo de sus labios, de esos bonitos y carnosos labios.

Me levante decidida a ir a escuchar lo que sea que debía decirme. Voltee una vez más para el reloj 11:50. Abrí los ojos como platos, no me quedaba mucho tiempo. Tome un suéter, mi bufanda y mi celular para salir corriendo.

Baje sigilosamente las escaleras para no despertar a mis padres, una vez afuera el fuerte viento choco contra mi rostro, me abrace para tratar de aliviar el frio y luego salí corriendo. Las calles estaban solitarias, lo único que iluminaban eran los faroles. El cielo estaba nublado, cubriendo así las pocas estrellas y la luna. Me asuste al ver que empezaba a relampaguear. Estuve a punto de caerme varias veces, pero continúe corriendo, necesitaba llegar a tiempo.

Porque tal vez en el fondo quería escuchar esa explicación y perdonarlo. Porque me hacía falta, mucha falta. Empezaba a pensar que yo dependía de él. Porque todos estos días, estas semanas me sentía incompleta, como que algo o alguien me faltaba.

No favorecía en nada que el parque quedara a dos kilómetros de mi casa. A lo lejos visualice el parque, pare para darle algo de aire a mis pulmones, puse mis manos en mis rodillas mientras trataba de regular mi respiración. Tome unas cuantas bocanadas de aire para luego seguir corriendo.

Corrí hacia la banqueta donde generalmente nos sentábamos, pero no había nadie. Seguí corriendo por el parque buscándolo pero no encontré a nadie. Con las lágrimas picándome en los ojos regrese a la banqueta donde pensé que estaría.

Las gotas de lluvia pronto empezaron a caer, mojándome, mezclándose con las lágrimas que caían de mis ojos. Sorbí mi nariz. ¿Por qué no me espero? Llegue tarde lo sé. Pero si tanto quería hablar conmigo hubiera esperado.

Lo había perdido. Ya no había oportunidad para redimir lo perdido.

Caí de rodillas al suelo sollozando. Había perdido a mi chico del autobús. Pero la misma pregunta seguía rondando por mi cabeza ¿Por qué no me espero?

Después de un largo tiempo me levante tratando inútilmente de secar mis lágrimas, ya que estas no dejaban de caer. Saque mi teléfono para revisar la hora y fruncí el ceño confundida 1:30 a.m. no podía haberme hecho tanto tiempo aquí. Imposible.

Más lágrimas cayeron por mis mejillas al entender todo nuevamente. No había sido problema de Ryan... había sido mía, solo mía. Ese maldito reloj tenía una hora atrasada, por lo tanto cuando vi que eran las 11:50 en realidad eran las 12:50. ¡Era una maldita idiota, por no recordar que ese reloj se había averiado y que cambiaba de hora constantemente!

Él si me había esperado, él si había llegado... fui yo la que llego una hora tarde. Ryan... mi chico del autobús no iba a esperarme toda la noche.

Desganada camine de regreso a mi casa, ya nada importaba. Toda la poca esperanza que tenia de regresar con él, se iba esfumando, se iba cayendo al igual que las gotas de lluvia sobre mi cuerpo.

Ahora él se había ido, quizás para siempre.    

El Chico del AutobusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora