Corría y corría por las calles, tratando de no tropezar. Mi vista era borrosa, las lágrimas no dejaban de caer por mis mejillas. En verdad dolía. Sentía como miles de estacas eran incrustadas en mi corazón, en mi débil y traicionado corazón.
Mi nombre salía de tus labios, me llamabas con desesperación, pero eso no me haría retroceder, eso no me haría regresar a tus brazos. Me habías traicionado, cuando yo te había dado todo.
Tus brazos me impidieron seguir avanzando, aferrándose alrededor de mi cintura, tu rostro enterrado en mi cuello, haciéndome sentir tu respiración agitada.
¡No era justo! Quería odiarte y ordenarle a mi cuerpo que no se siguiera estremeciendo en tus brazos, pero era imposible. Aun te amaba y aun te anhelaba.
-Déjame – susurre. Pero tus brazos me estrecharon mucho más fuerte, pegando mi espalda a tu pecho.
-Por favor, no me dejes – suplicaste. Y fue cuando sentí húmedo mi cuello, que me di cuenta que también habían lagrimas saliendo de tus ojos – esto tiene una explicación.
-Se lo que vi – me zafe de tu agarre. Y más lágrimas salieron de mis ojos, haciéndome sollozar, cuando comprobé que tú también llorabas.
-Dulce cafeína, por favor.
-Adiós Ryan.
Me puse de puntillas y plante un beso en tu mejilla. Para luego salir corriendo lejos de ti. Lejos del chico del autobús. Lejos de ti Ryan, del chico del que estoy perdidamente enamorada.
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El Chico del Autobus
Short StoryMierda Mis piernas se quedan paralizadas, mi corazón palpita rápidamente y en mi estómago siento un gran vacío y a la vez un gran revoloteo al ver a ese chico sentado junto a la ventana. ¡Es tan Sexy! Que quisiera pasar mi manos por su oscuro cabel...