Adivina, adivinanza. Corazón no late y parece romperse. Muerte. Siente que no quiere seguir bailando. Que lleva toda su vida luchando. Se siente como el salmón que se agota de nadar contracorriente. Amar a veces conlleva a eso, un peso en los pies que te hace aplastar las margaritas a las que algunas niñas arrancan pétalos para saber si las quieren. Miren, esto parece una de esas obras de teatro, en los que uno no sabe si reírse o llorar. Parar de andar en mitad del desierto, dejar de nadar en busca de la orilla, abandonar el juego de las sillas con la muerte y dejarla a ella ganar.
Adivina, adivinanza. La niña duerme o está muerte. La pequeña del juego, mi pequeña. Llevas ojitos tristes, hasta cerrados parecen amargos. Haz perdido la última moneda que te quedaba rascando ese premio, y te ha vuelto a salir ese "otra vez será". Maldita moneda, maldita suerte, maldita y puta cantinplora. Tirala, no entiendes? Porque no creemos en la mala suerte de los aceros cayéndose, pero si en los treboles de cuatro hojas. O porque no creemos en la lotería, pero seguimos pidiendo deseos a las estrellas fugaces. La otra noche vi una. Cerré los ojos. Deseo, que te quedes.
Aquí dentro sigue estando oscuro, abre la ventana por favor. Apesta a muerto. Y creo que soy yo. No puedo despegar los párpados. No consigo despertar. No quiero abrir los ojos. El dolor es un hilo muy fino que si lo extiendo exterso, corta, como el cristal de un vaso roto, y ya me da igual si medio lleno o medio vacío. Me degollarán, pero yo no habré dejado de mirar al cielo. Le habré guiñado un ojo a todas las constelaciones que juré un día tatuarme.
Llevo toda mi vida esperando a que ganen los buenos, pero... Pero quizás soy demasiado niña para entender el cuento. Solo sé que a veces yo soy mi propio precipicio, mi eterna caída. LIBRE. Yo paro el corazon de quien quiero y pincho la ilusión niña de quién confía en mí con la punta de mis dedos, como si fuera un globo recién hinchado con unos pulmones enfermos.
Lienzo. La sangre que supone morderse la lengua en un llanto cuando no tienes una almohada que regar antes de un sueño. No duermo. No soy nadie, no soy suficiente, no soy... NO. Duerme. Mañana no será otro día si no has dormido lo suficiente. VALIENTE, VALIENTE, VALIENTE, repitetelo hasta creerlo. Créeme. Miento. Pero haz de saberlo, que PUEDES, que puedes con todo. Y como una nana, repitiéndolo, me duermo.