Tengo cincuenta escritos en borradores, que son cincuenta maneras que tuve de decirte las cosas y fueron cincuenta las veces que nunca llegaste a escucharme. Hace días que te veo por la calle, andando con esa manera tuya de querer conquistar el asfalto, gastando suela al andar y gritando por dentro: "Venga, muro de acero, enseñanos que tú también puedes llegar".
Pero te niegas, no quieres que te vea romperte por dentro y que salga la mierda afuera, no quieres dejar de ser guerrero para convertirte en soldadito de plomo, que naufraga y se ahoga, solo. Tienes la boca repletita de reproches. Apunta, dispara, hazme daño hasta que me duela tanto que tu creas que has sido el único culpable. Me voy a poner justo en el centro y ya no sabré si soy Diana, pistola o bala. Perdida, eso es lo único que tengo claro.
Es tan desastre lo mío y tanta locura lo tuyo, que ni la poesía ha conseguido devolvernos el oxígeno. Y que triste que vayamos a morir aquí, juntos, y sin darnos ni siquiera la mano. Cierra los ojitos valiente, que nuestra historia ya ha acabado. Que yo miraré desangrarse cada verso que te escribí, cada poema mal compuesto.
Taraaré bajito las canciones que cantabamos en el coche, sonreiré con esa sonrisa de hoyuelo izquierdo que tanto me decías que te gustaba, lloraré tanto que ya no me podrás pedir jamás que te demuestre que es lo que siento, y me pondré esos pantalones que decías que me hacían un buen culo, me soltaré el pelo, me pintaré los labios y saldré a besar el viento. Luego compraré los ingredientes de una cena romántica y me daré cuenta que no sé cual es tu comida favorita, ni si te gusta el café solo, acompañado o con leche.
Volveré con un colchón nuevo para que puedas tirar ese del que tanto te quejas, y te demostraré como uno más uno sigue siendo uno, si uno quiere. Bailaré por el salón y recordaré cuando me decías que tenía aires de artistas. Gritaré a pleno pulmón que Leiba tenía razón cuando decía que queremos lo que envenena. Saldré a la calle y me manifestaré debajo de tu balcón en defensa de los que quieren querer y no pueden.
Y subiré las escaleras de tu casa, corriendo, dispuesta a tocar tu puerta, para luego bajar en ascensor, cuando me diera cuenta de que en reacciones soy demasiado lenta. Te haré fotos para que luego tú en un arrebato las borres, pero, a pesar de todo sé que cuando la primavera tenga sus primeros brotes, te acordarás de mí, y que irás por otro camino, con el último aliento entre los labios, sin querer recordar que es lo que te hizo tanto, tantísimo daño. ¡Ay valiente soldadito de plomo, nunca debiste poner a ondear bandera pirata en tu barco de papel. Porque estabas anclado a la boca de una loca, desastre y corazón roto. Y esa loca, era yo, y esa boca, era la mía.