Me gustaría poder dejar de expresarme en pasado. Reafirmar negaciones y abandonar los juegos de palabras. Si pudiese, créeme que dejaría de escribir, porque cada día se convierte en una cadena que desangra mis ventrículos, y me obliga a recordarte, sonriendo, riéndote a carcajadas, después de decir una tontería de las mías y luego las repetías, y que bien sonaban en tu boca. No te puedes imaginar lo bonitas que quedan las palabras cuando están impresas en tus labios.
Echo de menos acosarte a todas horas con tonterías que no tenían sentido, hasta que nosotros lo buscamos. Y me he quedado con unas ganas increíbles de decirte que eres un torpe declarándote, al sol, al cielo, a las estrellas y la Luna, porque nadie más ha sido capaz de conquistarte.
Debería haberte avisado de que tres canciones llevan tu nombre y las margaritas huyen de mí, porque las desvisto preguntándome si me quieres o no. Culpo a la suerte de que hoy no estés contándome como te ha ido al día, y de que mañana no pueda contar contigo en el mismo sitio de siempre, ni abrazarte con las ganas que manifiestan mis ilusiones.
Y hoy, solo espero que preguntes por mí y te digan: "Está más guapa que nunca, por fin le dio la espalda al miedo". Y yo, con una sonrisa sepa contarte que te escribí tanto, que las palabras se convirtieron en tus pestañas y las utilizaba para pedir deseos cuando llegó la primavera. Que a pesar de que las estaciones pasaban rápido, sobreviví a la ausencia de tus ojos.
Y por eso lo llamamos morir de amor, porque no termina de matar, porque me he convertido en guerrera de la más cruel batalla, aquella en la que se combate con tus labios y salgo ilesa. Porque ojalá, mi vida, me hubieses matado, a besos.