Todas las tablas de las que me agarré en mi último naufragio. El huracán que destrozó Roma después de haber probado todos los caminos que me podían hacer llegar a ella. Un conjunto de errores, heridas, cicatrices curadas con saliva. El abrazo dado a tiempo antes de que el viento se llevara mis cenizas después del incendio. El deseo de sobrevivir a mil mareas. Los clavos a los que me agarré ardiendo y las balas que me traspasaron la piel, pensando que eran las yemas de sus dedos.
La pistola que me puse en la sien mientras cantaba mi canción favorita. Y bailaba, cuando quería romper a llorar. El cuento que te escribí antes de dormir, contándote lo mucho que me gustaba romperme, si era para reír. La historia de la vez en que me enamoré de la catástrofe, antes que de un corazón. Son las mil lágrimas que sonreí, y las mil sonrisas que lloré en mi habitación. Bienvenidos a mi naufragio. Pasen, y cojan aire. Este escrito puede ser un salvavidas. O la última carta de una suicida. Eso lo escogen ustedes.