Tengo demasiadas palabras en la punta de los dedos, como para dejarlas aquí escritas, tendrían que estar en la punta de tu lengua, mientras yo sonrío como una imbécil mirándote. Pero bueno, ya es algo a lo que me he acostumbrado, me refiero al pensar a lo que podría pasar y no en lo que pasa. Finales felices, besos con sentimientos, miradas cargadas de flechas y todo eso. Cupido siempre fue un cabrón, de eso no me sorprendo, y de ti tampoco.
No vine aquí con un folio repleto de reproches, tampoco sería capaz de soltarte una verdad de esas que son la ostia en las costillas. Recordar algo y que duela. De esa mierda les hablo. Y dicen, es ley de vida, pero que alguien me diga cual es la ley esa, por favor, que a lo mejor es eso lo que me tiene tan pérdida. No tengo ni puta idea de donde dejé el mapa de tus abrazos, y quizas es por eso por lo que, por mucho que lo intente, no lo recuerdo, ni quiero.
Porque yo lo que necesitaba era que me dijeras que saliste a buscarme, y saliste a encontrarme. Y que al verme, tenías que contener las ganas de romperme los huesos en un abrazo, de dejarme heridas en todo el cuerpo por el desgaste causado por el roce de tus labios. Que al volver a casa, me encontrara con retazos de mi vestido que se habían ido rompiendo, porque mi cuerpo insaciable, necrsitaba sentirte más cerca. Joder, necesitaba que me dijeras que me querías, aunque fuera mentira.
En el fondo me gusta que me mientan, para que me quede contenta, me hace volver a sentirme una niña. Entonces, en serio, eres de los que fallan o de los que follan, lo digo por dejarme el corazón y el vestido en casa, que de cortes de corazones rotos ya estamos hartos, y ropa y mentiras y obstáculos, nos sobran. Ayer limpiando el polvo de mi vida, debajo de toda esa mierda, te encontré.
Que forma mas romántica de decirte que te hecho de menos, si, te echo de menos. Y un polvo, y un pulso de sonrisas, siempre que quiera. Diganle al amor que me rindo, a sus pies. Aunque supongo que esta es la ley de la que habla la vida, pero de la que ninguno, escuchame, ninguno tienen ni puta idea. Así que yo cargo mi pistola, te apunto a ti, poeta, y me disparo en la sien.
Hace mucho que no escribes, supongo que te irá bien, yo por mi parte, te dejo mi cadáver, en este intento burdo de poema y te pido, por favor esto no lo olvides, te pido que sonrías, que aprendas que, en realidad, esa ley de vida de la que todos hablan, es aprender que sonreír, no es solo enseñar los dientes, es partirte la boca por intentar ser feliz, aunque eso conlleve, a estar sin mí.