Oro parezco, plata (no) soy, tiempo no doy y la paciencia acaba huyendo. El amor se esfuma y se fuma un poeta con soledad. A mi edad, las lágrimas abren el telón de las letras, brechas que se abren por miradas, atacadas quedan las cicatrices que parecían cerradas.
Y vuelve a llorar el león ante un rebaño. Se avergüenza de que no haya pasado un año desde que aquella chica se fue y él siga llorando.
Miedo tengo yo de no saber que hacer: permanecer, luchar y vencer o volver, recordar y tener que vivir a base de un recuerdo. Muerdo al pasado, al ayer, me da tanto miedo como el futuro, porque es como un muro al que no sabes vencer.
Si hay algo que he conseguido no perder en mi vida ha sido el miedo. Esa sensación que te acobarda el pecho y te hace pensar que un hecho, valdrá siempre más que mil palabras. Y como yo siempre he sido de fallar, aquí te traigo mi verso. Puede no servir de nada, pero lo dejo todo en el intento.
Hay personas que escribimos versos, pero luego hay personas como tú, que son poesía. Que me hizo pensar que era mía esa musa que tienes por sonris? Tu eras de dormir en los porches, yo era de cometer errores y la magia surgió sola.
Llevo toda mi vida nadando en el mar de la vida, para poder encontrar una isla que me salve y no sabes cuanto me alegra de que no hayas sido tu, de que tu hayas querido hundirte conmigo y enseñarme que, a veces, vivir conlleva querer hasta morir, hasta ahogarte.
Es curioso como el corazón encierra recuerdos, vuelve locos a los cuerdos y te enseña a querer perder la cabeza. Es curioso como me has salvado sin sacarme de mi desastre y me has enseñado a enfrentarme a este mundo de locos, en el que pocos quien abrirse el pecho por alguien.
Si te soy sincera, soy la primera que me rindo antes de hora, que escribo en la toalla mi poema de despedida antes de tirarla. Pero llegas tú y me cambias las normas; me enseñas a sonreír llena de heridas, me das tu mano para que cuente si el mes tiene treinta o treinta y un días, me prestas tu hombro por si quiero derrumbarme y quien iba a decirme a mí que vivo sin leyes, que seguiría cada uno de los mandamientos de tu cadera, que eras alguien que me daría libertad cada vez que me besaras en la jaula de mis piernas.
Yo no esperaba que te fueras. Que estaríamos de nuevo las letras, el silencio y yo. El gato ya maulló lo suficiente a la Luna. Uno ya sabe que a veces hay que perder para ganar, o eso dicen al hablar los que apuestan nada por nada.
Pero los que somos náufragos en la vida, bailamos con mala de las suertes. Contamos las muertes de las vocales que se caen al precipicio de este escrito, que es mi grito, en mitad de mi naufragio, para que vuelvas. Deberías saber que mi intención era demostrarte todo lo que significas para mí, algo que pudiera evitar que te fueras.
Mi plan no era otro que dejar de hacer planes, olvidarme del futuro y poder contar contigo, para siempre.