Pirata.

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Aunque tu no lo sepas, miro todas tus fotos antes de irme a dormir, me da por imaginar cincuenta posibilidades distintas de comerte la vida y fantaseo con la idea de que me quieras sin que yo te lo pida. Puede que no lo sepas, pero nunca he sido capaz de abrirme el pecho ante alguien y dejarme querer sin sentirme culpable.

Siempre había besado con los ojos abiertos, pensaba que algún día, entre error y error, encontraría el acierto que me dejara ser huracán sin tener que destrozar por donde pasara. He tenido siempre esta enfermedad que me convierte en autodestructiva de todo lo que quiero. Quiero, pensando que en la herida está la cura, porque aún no he aprendido que la saliva a veces enferma o cura.

No sé, ahora suenan los Stones, bailo sin importarme la hora, le cuelgo el teléfono al miedo para que me deje un poco tranquila y le meto mano a la vida. No quiero valer la pena, quiero valer todas las sonrisas que te marcas cuando digo alguna estupidez. Que te rujan las venas y te pidan tregua cuando entra en juego mi parte animal a mitad de la partida. Quiero incontables viajes de ida, aprenderme de memoria tus movidas con la ley y que mi boca sea la norma que más te guste romper. Que dejemos la última ronda sin pagar y se rompan los azulejos de los baños de cualquier bar, al hacernos pedazos.

Me he enamorado de los retazos de dolor que dejas cuando todo te acorrala, de tus paranaoias que aparecen en la décima copa, de tus dudas y tus inseguridades, de todas las ciudades a las que tenemos previsto viajar. Me he enamorado del monstruo de tu armario, de tu espíritu de corsario y tu alma de pirata perdido en alta mar, de aquel tatuaje de un timón que nunca te harás y de la manera en la que te anclas a mis caderas.

Así que háblame de tus miedos, de tus monstruos, de tus gigantes. Háblame de como te perdías antes de perderme en mi boca, antes de volverme loca a base de sonrisas, antes de enseñarme a soltarme de las cornisas y disfrutar del vuelo. Háblame, abrazame, agárrate a lo poco que queda de mí después de tanto incendio.

Entérate ya de que ahí fuera no hay nada ni nadie que me asuste, lo único que me da realmente miedo es que un día te marches. Aquí dentro ya has plantado bandera, has izado tu vela en mitad de la tormenta, ya lo has conquistado todo. Te quiero, como no he sabido querer a nadie.

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