CAPITULO 15

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-Buenos días.

-¿Mmm? –Abrí uno de los ojos para ver como Zach dejaba una bandeja con algo de fruta sobre la cama.

-Traje el desayuno.

-No tenias porqué hacerlo... –Murmuré estirando los brazos hacia arriba. –Eso tiene buena pinta.

-Y sabe delicioso. –Contestó apartando mis pies para poder sentarse. –Toma.

-Gracias. –Acepté el vaso de naranja que me había ofrecido para darle un trago. –Mmm...

Ambos comimos en silencio, pero no ese silencio incómodo, al contrario.

-¿Quieres darte un baño?

-¿Puedo?

-Por supuesto, ¿por qué no ibas a poder? –Me encogí de hombros dejando el vaso vacío sobre la bandeja.

-No tengo ropa...

-Puedo dejarte ropa limpia.

-No, no quiero llegar a casa con ropa de chico, gracias. Daryl se enfadará de ser así...

-Como quieras. –Se levantó de la cama para recoger la bandeja antes de salir de la habitación. 

¿Se había enfadado? Pues el problema era suyo, y no mío...

Suspirando, salí tras él encontrándolo en la cocina.

-¿No ibas a bañarte?

-Sí...

-¿Y a qué esperas? –Me encogí de hombros para dirigirme directo al baño.

Sí, había comprobado con creces que se había enfadado.


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-¿De dónde vienes? Preguntó Daryl sobresaltándome en cuanto entré por la puerta de casa.

-De por ahí...

-De por ahí. –Repitió apretando los dientes. –Eso quiere decir de la casa de tu amante, ¿no?

-¿Qué?

-Claro, como no quise tener nada contigo anoche, fuiste a buscarlo a él.

-¡No digas bobadas, Daryl! Grité ofendida y avergonzada a la vez. 

Sí, tenía razón en decir que había ido en busca de otro hombre anoche, ¡pero eso no se consideraba amante si entre nosotros no había pasado nada!

¿No?

-Te vi ayer, Alanna, por favor. Estabas con el niñato ese de la boda.

-¿Qué? –Volví a decir confundida. 

¿Dónde me había visto? ¿Frente al supermercado?

-Ahora no te hagas como la que no sabe nada, Alanna. Te di la oportunidad ayer de que confesaras la verdad, pero como no, preferiste mentirme en la cara.

-¡Pero si ayer solamente fui al supermercado!

-Mientes. Ya te dije que te vi con el niñato.

-¡Porqué me lo encontré cuando salí! ¡¿Qué culpa tengo yo de que nos encontráramos casualmente?!

-Casualmente, sí, claro... No me creo nada, Alanna.

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