CAPITULO 8

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-Despiértate ya.

-¿Hmm? ¿Qué pasa?

-¿A dónde fuiste anoche?

-¿Qué? –Volví a preguntar media dormida.

-Que a donde fuiste, Alanna. –Repitió más alto haciéndome llevar las manos a la cabeza. –Encima estás ebria. ¿Dónde diablos está tu coche?

-¿El coche?¿Qué le había pasado a mi coche?

-No te hagas la idiota conmigo.

-No entiendo a que vienen tantas preguntas, Daryl. Tú sales muchas veces y nunca me das explicaciones.

-Pero tú a mi me las tienes que dar.

-¿Perdón? –Dejé de restregarme los ojos para mirarlo ofendida. –Eres de lo peor, de verdad.

-¿Yo? De lo peor serás tú, Alanna. No sabes valorar todo el esfuerzo que he hecho para sacar a tu familia adelante, porque te recuerdo que fuiste la que llegó a mí pidiéndome ayuda.

-Nunca te pedí que nos casáramos...

-Pero no había otra solución. –Sentenció antes de salir de la habitación dejándome con la palabra en la boca.

-¡Te odio! –Grité lanzando la almohada hacia la puerta. –¡Te odio, te odio, te odio!


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-¿Señorita? Alguien dejó las llaves de su co...

-¡Shh! –Casi grité espantada para que Ángel dejara de hablar. –¿Dónde están las llaves?

-Las dejó un chico en el buzón... –Murmuró por lo bajo para que solo pudiera oírlo yo.

-Está bien. Gracias. –Salí de casa para acercarme al buzón de la entrada por mi cuenta donde, efectivamente, dentro estaban las llaves de mi coche junto a un número de teléfono escrito en un papel. Zachy...

Sonreí involuntariamente al recordar la cara de confusión que se le había quedado la noche anterior. ¿Por qué me había comportado como una adolescente de quince años?

-¿Se encuentra bien, señora? –Salí de mis pensamientos al ver como Marcus, el portero, me miraba confundido.

-Sí, sí. No te preocupes... –Guardé el papel en uno de los bolsillos traseros de mi pantalón para volver a caminar hacia el interior de la casa.

¿Cómo fui capaz de atreverme a hacer eso?

Pero te gustó

Sí...

-Señora. –Me interceptó Mima nada más poner un pie dentro de casa.

-¿Sí?

-La señorita Adeline la espera al el teléfono. –Asentí con la cabeza antes de que me pasara el teléfono inalámbrico para luego retirarse.

-¿Bueno?

-¡Alanna! Hace tanto que no hablamos...

-Sí, y me alegra oírte, amiga.

-¡Yo también! Pero dime, ¿Qué tal todo?

-Bien, dentro de lo que cabe...

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