The Letter

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Dolor.

Eso es lo primero que mi mente registra. El dolor siempre es lo peor de todo. Se extiende por todo tu cuerpo, tumbada en el suelo de la cocina. Siguen pasando los días, y mi padre no ha dejado de pegarme. Estoy tumbada en el suelo, dejando que el dolor se extienda por mis venas, reemplazando el odio y enfado que siento por mi padre. He crecido acostumbrada al frío contacto del suelo contra mi piel desde que todo esto comenzó, hace ya unos cuantos años.

Todo empezó cuando mi padre comenzó a pegar a mi madre. Al principio eran sólo tortazos simples, pero luego empezó a empeorar. Podía dejarla con grandes moratones y costillas rotas. Recuerdo el día perfectamente; tenía cinco años. Entré en la cocina y me encontré a mi padre pegando de nuevo a mi madre, pero ese día me prometí a mí misma que no dejaría que la volviera a hacer daño. Me puse delante de mi madre, pensando que mi padre jamás me pondría un dedo encima. Siempre creí que me quería, que no tocaría ni un solo pelo de mi cabeza.

Estaba equivocada. Una vez delante suya comenzó a pegarme. Y así es como empezó. Dejó de abusar de mi madre, y me pegaba a mí en su lugar. Eso continuó años y años. Nunca hirió a mi madre de nuevo. Solo a mí. Y ella siempre miraba hacia otro lado, no queriendo ayudarme de ninguna manera. Supongo que pensaba que era mejor que me pegase a mí en vez de a ella.

Soy la única hija en esta familia rota. Odio mi vida, y si no fuera por mi mejor amigo Dominic, probablemente me hubiera ido de casa hace años. Dominic es la única persona que sabe de los abusos en casa. Hice que prometiera no contárselo a nadie. Intentó convencerme muchas veces para que denunciara el maltrato, pero siempre tenía que recordarle que mi padre es abogado.

Así que, aquí estoy, tumbada en el suelo y tragándome todo el enfado que mi padre descarga en mí. Ni siquiera sé por qué lo hace. Llega a casa borracho y sé que es hora de jugar a ser su saco de boxeo. Nadie pensaría nunca que mi padre es este tipo de persona, porque es un conocido abogado. De los buenos. Nadie tiene ninguna razón para pensar que es un maltratador que hiere a su hija única sólo por diversión.

Ésta casa ya no es mi hogar, y no sé cuánto más seré capaz de aguantar.

Mi cuerpo me duele a horrores. Mi padre ha salido de la cocina, posiblemente para seguir bebiendo. Me levanto del suelo despacio. Cojeo cuando doy el primer paso; el costado me duele mucho. Mi labio sangra y mi cabeza me da vueltas. Doy pasos suaves y cautelosos hasta mi habitación, mientras el dolor crece con cada paso que doy. Puedo escuchar una voz que me dice lo inútil que soy, que tengo que hacerle frente. Pero sé que no puedo; una vez lo intenté varios años atrás, pero él tenía más fuerza que yo, salí peor que de costumbre. Y aprendo de mis errores.

Me siento en la cama cogiendo cortas y profundas bocanadas de aire, intentando aguantar las lágrimas que se me acumulan en la garganta. Tengo que ser fuerte, no puedo dejar que nadie me vea llorando. No quiero enseñarle a nadie mi lado débil, pero fracaso al intentar reprimirlas, y siento una fría lágrima rodar por mi mejilla. Escucho unos suaves golpes en la puerta y me aparto la lágrima rápidamente.

Mi madre entra en la habitación y me mira. Aparta la mirada hacia el suelo con rapidez; dejó de mirarme a los ojos hacía algunos años. Supongo que se siente culpable, por mucho que nunca ha hecho nada para pararle.

-Victoria, la cena está lista -dice en voz baja.

-No tengo hambre -respondo, prefiriendo mirar fuera de la ventana.

-Deberías comer algo, cariño -dice, sin atreverse a mirarme todavía.

En enfado crece en mis entrañas. ¿Cómo puede pretender con ese descaro que le importo?

The Letter {Español}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora