Tenía los ojos más bonitos que había visto en New York.
No eran verdes ni grises. Ni eran sol y primavera; eran negros. y llenos de cielo color naranja. Como los atardeceres a su lado.Tenía 19 años y quería ir al otro lado del mundo. Pareciera mentirá que duerme entre mis parpados. Y ya no sé, si en realidad, son fragmentos de recuerdo, o son escenas de alguna película de amor, que vi en algún bar.
Besarla era como comer la manzana del árbol. Y estábamos locos. Y estábamos enfermos. Enfermos del mundo. Del vacío de las emociones a distancia, y el beso de despedida.
Y amaba al arte, porque sus venas estaban llenas de poesía. Y su brillo, tenía esa costumbre de hipnotizarme. Era adicto a sus encantos. A respirar el airé que respira, y deslizar mis dedos por su espalda. A perderme en sus pinturas, y dejarme llevar por sus piernas.
Tenía 19 años y recorría al mundo con los pies descalzos. Sin miedo a caer en los recuerdos, ni a que su pecho comenzará a sangrar. Tenía el corazón más grande del mundo. Fue por eso que se llevo todas sus cosas.Sus libros y esos viejos disco de vinilo, y no me llevo a mí, y yo, le pertenecía a ella. Pero, ella nunca fue mía, ni del mundo, ni de nadie más.