Aquella noche había cogido las llaves del auto, presuroso, ante las horas largas y lentas. Había demasiada gente en los bares, y pocas personas en las calles. Y entre tantos espacios vacíos, una luz brillante llego de golpe mientras el cielo se rompía un poco... Eras tú, con tú cara de tonta, tan guapa, tan incierta, y tan desubicada entre tanta multitud.
Apareciste pintándolo todo de color. Con tus pecas esparcidas por todo tú ser, y esos carnosos, pero dulces, labios que hacían juego con el brillo de tú pelo. Estabas tan guapa cuando tratabas de ocultar esa risa tímida que solías soltar cuando te decía, que el azul de tus ojos, era el cielo más bonito que había visto. Y que cuando llorabas, el cielo comenzaba a pintarse de negro. Que las flores dejaban de florecer en el rosal. Y yo, me quebraba las pestañas, y deshilaba mí corazón, para sentirme como tú.
Tú, solías caminar debajo de mis pesadillas, quitándome el miedo, sacando lo peor de mí, y poniendo lo mejor de ti. Ojalá las cosas fuesen más sencillas. Ojalá pudiese regresar... Ojalá, jamás te hubiese dejado ir, y no quedarme con las ganas, de decirte, que eres importante para mí.
