Mí problema nunca fue el alcohol

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Lo había hecho mal. Como la mayoría de las cosas. Inicie tirándolo todo por la borda. Preferí aferrarme al rencor, que al amor, que María ofrecía. Me sentía sin aire, con el cuerpo al alba, sin sangre ni pena.

Fue más sencillo buscar culpables que admitir, que nos equivocamos. Fue mí error dejarla morir de frío, y aherrojar su corazón. Lo único que quería era un poquito de aceptación de mí parte. Yo sólo supe darle menos que migajas.

Llegaba la primavera, y ella empaco su maleta; se llevo cada una de sus pinturas, y aquellas viejas partituras de música que solía tararear antes de ir a dormir. Se llevo sus besos; el café a medía tarde; la cena en plena carretera; el calor de mí cuerpo; se llevo el sabor a cigarrillo de mis labios; sus bragas, y amor sin depresión.

Se canso de mí ruina. Se canso de intentar salvar algo que ya estaba roto. En plena caída. Se canso del pretexto del libro para follar. Se canso de hacerse el amor a deshora.

Mi problema nunca fue el alcohol, ni aspirar el humo del cigarrillo fuera de casa. Mi problema siempre fue ese; yo. Me aterraba la idea del contigo. Siempre lo hizo.

Al final nunca supe si quería que regresases, o era el sabor a recuerdo el que me obligaba a pensar en sacarme el arma del ombligo, y llenarlo todo de mariposas rosas. O el sonido del trueno, en pleno agosto.

Sé que habrá de amanecer, y el astor asomara la cabeza fuera del horizonte. Y yo, me quedaré sin mí. Todo por no haberte pedido que me llevases contigo. 

De nuevo túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora