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Narra Jennifer

Ese sábado me levanté con frío por el sonido de la puerta de mi departamento nuevo en San Francisco, pues olvidé cerrar la ventana ayer cuando llegue aquí, tenía un viejo oso de peluche con una flor de plástico entre mis brazos; dormía con él cada noche, me lo regaló mi madre cuando era niña. El departamento quedaba cerca de la universidad a la que asistiría, tendría una compañera de habitación con la cual compartir los gastos y estaba a punto de hacerle la entrevista a la recién llegada que había llamado interesada en él.

Me apresuré en alistarme y abrirle la puerta.

—H-hola...— saludó tímidamente la chica cuyos ojos verdes eran similares a los míos. —Vengo para saber si puedo vivir aquí.— susurró evitando el contacto visual tanto como fuese posible. Se estremeció cuando sintió el frío aire que recorría la habitación.

—Bienvenida.— saludé animadamente. —Eres bonita.— alagué a la chica de pelo castaño. La joven se sonrojó de inmediato y comenzó a jugar nerviosamente con un collar que decía "M+A".

—G-gracias...— murmuró cabizbaja.

Sí, en ese momento lo decidí, me iba a acostar con esta chica. Era demasiado nerviosa y se veía excesivamente manipulable. No tener sexo con ella siendo yo una lesbiana de pedigree y siendo ella tan bonita sería estúpido.

—¿Vas a la universidad de artes igual que yo?— cuestioné sólo para estar segura.

—S-sí.— Genial, tartamudea seguido. Es totalmente el tipo de chica con la que aún no me he acostado... Tímida.

—Bien, ya pasaste la prueba. Eres bienvenida de empezar a vivir aquí cuando quieras.— dije en un tono alegre, quería agradarle.

La chica de pelo castaño alzó la mirada confusa ante eso. —¿No necesitas saber nada más de mí?— cuando me vio a los ojos noté que su respiración se dificultó por la forma en que su pecho se agitaba.

—Estudias en la misma universidad y eres bonita. No necesito nada más para saber que serás la compañera perfecta.— me encogí de hombros.

—V-vale...— contestó nerviosa entrando al departamento. Comenzó a ver la sala de estar y a caminar por los alrededores. —Por cierto tus ojos son... Lindos.— alagó.

—Los tenemos del mismo color.— dije pensativa. ¿Algo se me olvidaba....? —¡Oh, casi lo olvido! ¿Cuál es tu nombre?— me acerqué a la chica y le tendí la mano. —Yo me llamo Jennifer.

—Gabriela.— contestó volteando a verme y apretando mi mano con un ligero sonrojo creciendo en sus mejillas. Era muy bonita.

De pronto el frío de la habitación se hizo menos importante, pues su mano tocando la mía me calentó por completo y no necesariamente en un sentido sexual. Bien, esta chica es bonita y me hace olvidar el frío, nada mal. Cuando vi nuestras manos noté que ambas llevábamos puestos anillos dorados con frases en él, pero no me pareció importante y creo que a ella tampoco.

Noté que sus mejillas seguían ruborizadas mientras nuestras manos seguían apretadas y no pude evitar sonreír arrogante ante el efecto que tenía sobre esa chica.

—En serio eres bonita.— dije haciendo que ella soltase mi mano en un rápido movimiento.

Narra Gabriela

Rojas. No... Más que eso, mis mejillas estaban carmesí intenso luego de su comentario. Con todo y su pijama puesto, yo me moría por su belleza, es decir, unos pantalones deportivos grises con esa blusa blanca y aun así yo tenía problemas para respirar a su alrededor.

Cálida como el sol. (Yuri) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora