Va ella cargando su hoz, arrasando almas, devastando corazones, inhalando el olor a muerte y dejando que tal sustancia tan dañina y malévola se apodere de sí. Se lleva cuanta alma se tope en su camino, y rompe cuando corazón le plazca.
No habla. No expresa. No siente. Son cosas que no son necesarias para ella.
Hasta que conoce al ángel que por un momento la arrastra, pero no a la muerte, sino al cielo. La deja contemplar su sonrisa, antes de dejarlo caer; porque sabe muy bien que cuando la deje caer, morirá inevitablemente. Y para aliviar su pobre mente, la hace feliz, al menos de momento, antes de tan cruel y frío asesinato.
La muerte, más fría, más cruel que cualquiera, había caído enamorada.
Y lamentablemente para ella, no hay vuelta atrás.
Sabe que sólo puede seguir auto destruyéndose con la sonrisa que, posteriormente lo matará.
La muerte es apuñalada. Su corazón es vilmente penetrado, y antes de la estocada final, la muerte... Decide morir.
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Cartas de un corazón roto.
RandomSi perteneces al club de los que aman tanto que rompen su propio corazón, eres bienvenido, disfruta tu estadía.