[NARRADOR]
Al final, la manada tuvo que ir al hospital para conocer a la pequeña Emma. Ya que Deaton consideró recomendable que le realizaran algunos chequeos en caso de que pudiera haber algún problema por haber nacido tres meses antes de tiempo. No era muy probable teniendo en cuenta que era la hija de un lobo nacido y un chico medio Nogitsune, pero era mejor prevenir que curar.
En medio de toda la manada, los cuales observaban a la bebé desde detrás del enorme cristal que les permitía ver la nursery, también se encontraban Petra y la Nigromante.
Esta última observaba a la loba reír y sonreír mientras observaban a la recién nacida. Petra estaba ya completamente instalada en la manada. Mientras que la Nigromante se sentía cohibida, incómoda y algo fuera de lugar. Ella sabía que eso era algo muy familiar, muy de lobos, y que ella no pertenecía a ese lugar. No cuando la mitad de los presentes no confiaban realmente en ella, incluyendo a uno de los padres de la niña.
Se alejó y caminó por el pasillo del hospital, alejándose mientras pensaba en sus cosas cuando de repente vio a un pequeño escarabajo en el suelo. El pequeño bicho intentaba entrar en uno de los cuartos, en el cual la italiana podía sentir se encontraba un hombre que bien podría estar en sus veintes. Un joven de cabellos rubios que estaba conectado a un respirador, con una buena cantidad de quemaduras en su cuerpo.
Cuando el insecto logró colarse por debajo de la puerta. La Nigromante le siguió, apareciendo dentro del cuarto para no hacer ruido.
Una vez dentro, cogió al pequeño insecto entre sus manos. Con un cuidado que daría asco si cualquiera viera a la chica tocando un escarabajo.
— Hoy no, pequeña parca –Le susurró al insecto.— Este aún es muy joven.
De alguna forma extraña, el insecto pareció entender lo que ella le decía. Puesto que sacó sus alas y se fue volando por la ventana apenas abierta.
Entonces, Micaela se percató de que el hombre en la cama estaba consciente y le miraba. Se acercó a los pies de esta y leyó el nombre que se encontraba en un documento.
— Jordan Parrish –Leyó con una media sonrisa.— Me debes una, chico.
Le dedicó una sonrisa el joven, el cual no le parecía muy humano, y se fue de allí como había llegado. Desapareciendo como casi siempre lo hacía.
(...)
El conflicto que siguió una semana después fue que la manada se tomó demasiadas libertades con el nacimiento de la pequeña Emma. Dejando de lado todo el asunto de la bruja y eso fue lo que, como siempre, les repercutió en la cara.
La llamada que recibió la Nigromante de Stiles diciéndole que la bebé había desaparecido fue el golpe de realidad que les hizo falta a todos para recordar que eso era Beacon Hills y que allí las cosas nunca salían como ellos querían.
Stiles y Derek estaban enloquecidos, yendo de un lado al otro. Recorriendo cada sitio del pueblo en busca de la niña. Incluso la policía estaba involucrada, y eso que casi ninguno de los oficiales sabía de que la niña era su nieta.
Joder, que incluso Peter estaba recorriendo hectárea tras hectárea de bosque en busca de su sobrina-nieta.
Y la Nigromante era la única que mantenía la cabeza fría, intentando pensar en qué pudo haberle ocurrido a la niña.
Fue entonces cuando una idea le azotó repentinamente. Y solo tuvo que pensar un poco en las cosas que sabía las brujas buscaban.
— Las brujas buscan poder, y la única forma de sacrificar a un bebé para conseguir el poder es... ¡Mierda!