T R E I N T A & C U A T R O

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Es un asco levantarse un sábado a las 6.30 am, y más si el día anterior, osea un viernes, un bendito viernes también, madrugaste. Lo peor es que tu alarma sea un viejo con voz potente gritando junto el golpeteo de la cuchara de madera contra una sartén. Pero la peor mañana no termina ahí, que te esperen con un desayuno para los dioses después de ese despertar te hace perdonar a cualquier persona, pero que todo ese perdón se valla por la borda, no quiero ser vulgar y decir a la mierda, oh lo dije, al ver que la mañana se basa en ejercicios.

¡Señores el fin de semana se hizo para descansar no para hacer unos putos ejercicios para agarrar una puta bandera de un puto color!

Ok, me calmo.

Agustín está igual o peor que yo, su cura de dormido al cruzarnos en la entrada del parque donde están todos esos juegos que necesitan de mucha fuerza, agilidad y rapidez del jugador, cosas que yo no tengo, me hizo reír. La suerte que tuvo él, fue que no había ido al desayuno y como dice mi amigo Tevez*, "Si no desayunas, te desayunan", lo mandaron al comedor para que recargue todas sus baterías y pueda jugar.

— Necesitamos a uno que corra toda la cancha y después venga a la línea para entregar la bandera.

— Azul es rápida corriendo— le agradezco el comentario a Luca con una sonrisa llena de falsedad. Gracias primo de mi corazón, ahora por vos me van a hacer correr.

— ¿Te ánimas? —me pregunta el lindo chico de ojos marrones, capitán del equipo azul, mi equipo y nombre. Las ganas de decirle no me invaden, hasta este preciso momento estuve escondiéndome entre todas las personas para que no me llamen a participar.

— Soy buena alentando.

— Dale por favor— el chico junta sus manos y hace un puchero— te juro que te compro un chocolate si lo haces.

— Dale Azul, salís a correr todas las mañanas y en todas las carreras me ganas— se queja Luca. Es verdad que salgo a correr en las mañanas, bueno salía por qué desde que vine a la casa de Carmen y Amber, que fue la que me pedía de salir a correr, ya no está para que la acompañe a su rutina de ejercicios todas las mañanas, esa manía se me fue.

— Dos chocolates y corro— le tiendo la mano al chico para cerrar el trato.

— Uno y la mitad de otro.

— Tres o nada— subo el número y le sonrío con mi mejor sonrisa de hacer negocios y extorsionar, mi especialidad, obvio. Lo veo pensar para después confirmar.

— Tres chocales— agarra mi mano y cerramos el trato.

— Ok, ¿qué tengo que hacer?— le pregunto sonriendo y dando un pequeño trote en mi lugar.

— Es así— pasa su brazo por mi cuello y hace que voltee para ver la cancha— Paulina— me señala a una chica— va a ir hacía vos después de trepar y bajar esa muralla para darte la bandera, cuando la tengas en tus manos tenés que correr toda la cancha, lo más rápido que puedas eh.

— Ay no me digas— me burlo de lo último de su explicación— no va ser lento— él rueda los ojos.

— Cuando llegues a la línea, me entregas la bandera a mí— toca su pecho y asiento— y después yo hago todo lo demás— me mira sacando su brazo de mi cuello, para mirarme de frente— ¿entendiste?

— Paulina la de pelo colorado me da la bandera, corro toda la cancha con la bandera hasta llegar a la línea y entregartela a vos— repaso todo y el asiente— si, entendí.

— Bárbaro, ¿lista?

— Si pierdo, no se quejen después eh— lo señalo.

— Dale no vas a perder.

Inefable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora