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Pedro se fue de casa rato después, cuando se dio cuenta de que su insistencia me incomodaba. Era una de las cosas que más me gustaba de él. Además de ser muy atento, sabía en qué momento tenía que parar y lo agradecía, si no, le habría alejado de mí mucho tiempo atrás.

Una de estas tardes tontas en las que nos sentábamos las cuatro en nuestro banco favorito del parque, no porque tuviera alguna historia especial, sino porque era el que mejor perspectiva tenía para ver al niño, precisamente estábamos viendo cómo él jugaba en el tobogán mientras comíamos pipas.

- Nenis, ¿hoy ya es viernes? - Carla vive en un constante descontrol de fechas, que llega hasta el límite de tener que apuntarse en su agenda electrónica hasta su propio cumpleaños.

- Sí, hoy por fin ya es viernes. - una sonrisa bobalicona invadió el dulce rostro de Daniela.

- Uy uy uyyyyyyyy... Creo que se de una que espera pinchar este findeeee - la picó Paola canturreando.

- Sí, no veas qué semana en Cerdeña nenas, y ahora la que me espera el fin de semana en la casa del pueblo, los dos solos, sin preocupaciones de hotel. Tengo unas ganas de abrazarle... - el amor... que asco me daba.

- Y de lo que no es abrazarle. - Carla lo dejó caer como quien no quiere la cosa, si llego a ser yo la destinataria de ese comentario, me limitaría a reírme sin más, por el contrario, Paola se habría puesto colorada. Pero nosotras no éramos el blanco, sino Daniela, que contestó:

- Poneos los tapones, que esta noche hay fiesta privada en mi habitación.

- Y yo en sequía - fue todo lo que aporté a esa conversación, no tenía ganas de entrar en temas amorosos y mucho menos en temas de cama, o de coche, o cualquier otro sitio, teniendo imaginación cualquier cosa vale y estas amigas mías la derrochaban.

- Porque tú quieres, maja - Me lo echó en cara todo el grupo a coro y Paola continuó - tienes al doctor guaperas detrás de ti cual perrito faldero. Ante semejante hombre, yo habría caído.

Ese tema ya no me interesaba, el doctor Iglesias, Pedro para los amigos y desde hace tiempo también para mí, era un hombre muy majo, pero... no tenía ese algo para encantarme.

Todas oteábamos el horizonte en busca de un padrazo digno de ser admirado, cuando de repente Paola empezó a darme codazos en el costado a un ritmo frenético y demoledor.

- Tía, para que le vas a partir las costillas flotantes – dijo Carla levantándose de un salto, saliendo en mi defensa.

- tía, tía, tía, tía, tía, tía, tía, tía, tía, tía, tía, tía, tía, tía, tía, tía, tía, tía, tíaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa. – Paola tenía el gesto desorbitado y miraba en dirección a Marco.

- ¿Niña, que te pasa? – estaba empezando a preocuparme.

- Tía, mira a Marco.

- ¿Qué pasa? Sólo está jugando. – Miré de reojo hacia su dirección pero tampoco vi nada que llamase demasiado mi atención.

- ¡¡Pero mira con quien está jugando!! – exclamó nerviosa señalando con el dedo.

- Hostia puta... – la cara de Carla se convirtió en otro poema. – Qué par de huevos tiene. Yo que él saldría corriendo.

Esto último dijo mirándome a mí, Daniela también se fijó en lo que me señalaba Paola y palideció, ninguna de mis chicas podía decir nada y señalaban hacia el tobogán donde jugaba el bicho.

Curiosa y deseosa de conocer el misterio, agudicé la vista y miré. Vi a un hombre hablando con el niño, no vi el peligro en ello, muchos otros padres se habían acercado a Marco en otras ocasiones, es un chiquillo muy llamativo. Es gracioso y amigable, como su tío Bruno y posee el factor monada de cuatro años y pico, unos mofletes achuchables en los que tiene unos preciosos hoyuelos cuando sonríe, los encantadores ojos almendra heredados de su abuelo y siempre va impecablemente vestido, es sin duda uno de los niños más guapos que me había echado a la vista, pero claro, yo qué iba a decir si soy su madre.

Llévame a donde tú estésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora