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- Cásate conmigo.

Sentí, en mi fuero interno, cómo mi mandíbula se desencajaba, los ojos se me salían de las órbitas y perdía el color, no solo de la cara, sino de todo mi ser al completo.

¿Cómo habíamos llegado hasta ese punto? Rebobinemos.

Después de una sobremesa en la que los cuchillos casi volaban en el Burger King, cogí a Marco y le mandé a despedirse de Javier, quien cogió un taxi hacia donde quiera que se estuviera hospedando. Después de eso, la semana fue tranquila, no supe nada de él porque ya se encargaron en las revistas y en la tele de informar sobre la filmación de su nuevo proyecto. En este caso, una miniserie de tres capítulos para la televisión. Marco suspiraba emocionado porque vendría al fin de semana siguiente a ver las fotos de cuando era pequeño.

Pedro hizo su aparición.

Su llamada me había pillado por sorpresa. Y más aun tratándose de Pedro que no deja nada al azar. Que me llamara un viernes por la mañana, para un "almuerzo improvisado" después de su guardia, cuando él no sabía que pasaba el fin de semana sola, ya que mi madre había insistido en que soy muy mala hija y no le dejo pasar tiempo con su nieto. Y, ya que estamos, aprovechaba la coyuntura para sacar la ropa de primavera-verano de los armarios y guardar los jerséis.

- ¿Tienes algo que hacer? – me dijo, tratando de sonar inocente, despreocupado y, aunque no lo era, procurando dar a entender que el plan que me proponía era improvisado.

- Estoy un poco liada, me has pillado en el recreo. Creo que me va a ocupar todo el día ordenar el desastre de cajas que tengo en el salón – no mentí – y comprobar toda la ropa nueva que tengo que comprarle a Marco. No veas como crece.

- ¿No puedes hacer una pequeña parada para cenar conmigo? He terminado mi guardia, voy a ducharme y no quiero tirarme en la cama y desaprovechar el tiempo tan delicioso que hace.

¿Quién usa la palabra delicioso para describir al tiempo?

- No sé, es que tengo mucho lío. Y más tarde tengo que recoger al enano en casa de mis padres – era una excusa barata, pero por probar...

- Por favor – me rogó.

- Además tengo que pasar las actas, si es que soy un desastre.

- Para las actas aún te queda, anda, por un par de horitas no se te va a echar el día encima.

Mi madre siempre me ha dicho que soy un poco estúpida y que me cuesta mucho decir que no. Que eso es lo que más debería controlar de mi personalidad porque si no, cuando el niño creciera, me iba a comer con patatas. Hay que hacer más caso a las madres, son muy sabias.

- Bueno vale. Pero no me puedo entretener mucho. ¿Qué propones?

Después de darme los detalles de un restaurante ¿italiano? Del centro, me colgó con un tono de voz muy alegre y cantarín.

Horas más tarde pinché el primer ñoqui de mi plato, delicioso. Sin duda este hombre sabía comprar mi estómago.

- ¿qué tal tu guardia? – dije después de tragarme el riquísimo ñoqui al pesto.

- Te parecerá mentira, pero ha sido una de las guardias más aburridas de toda mi carrera médica. Tal que me pasé media noche leyendo y paseándome por los pasillos por matar el tiempo. Me dio mucho en que pensar.

- ¿Ah sí? – no quise profundizar mucho en el tema. No tenía la cabeza para momentos filosóficos de "que quiero hacer con mi vida".

- Me dio por pensar en qué quiero en la vida.

Llévame a donde tú estésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora