La chocolaterapia con las chicas aquella noche fue memorable. Consiguieron que durante algunas horas me olvidara de lo patas arriba que estaba mi vida.
Apenas dormí. Y cuando llegó la hora de despertar a Marco para ir al colegio, él estaba ilusionadísimo porque su papá le recogería esa tarde para ir al cine mientras yo estaba en el claustro y después traerían comida del Burger King a casa para cenar temprano.
Obligué a Javi que me prometiera que no compraría palomitas si íbamos a cenar comida basura, no quería que mi pobre hijo se pusiera enfermo con tanta porquería en el estómago. A veces soy un poco neurótica.
Llegó cantando y brincando al colegio y allí nos encontramos con algunas madres que me miraron de forma extraña, no supe identificarlo. Dimos los buenos días porque allí todos nos conocíamos y dejé a Marco en su clase, le di los buenos días a su profesor quien me respondió con la radiante alegría que le caracterizaba y me fui para mi clase a preparar el ordenador con los juegos y la presentación que tenía para la lección del día.
A pesar de mi falta de sueño y la actitud de Javi, el recuerdo del portazo en la cara a Lorea me mantenía activa. Me sentía orgullosa de haberla mandado a la mierda de aquella forma tan tajante.
Me esperaba un día largo por delante.
La tarde llegó pronto y, después de almorzar, un puntual Javi en su papel de padre recogió a un entusiasmado Marco que canturreaba mientras salía por la puerta lanzándome un beso de despedida.
Javi no me dijo más que hola y hasta luego.
Fin.
Y tanto hermetismo me ponía nerviosa.
Quedé con Sara unos minutos antes del claustro, después de las tutorías en las que la madre de una de mis alumnas más aventajadas, venía de nuevo a que le recordara que su hija era una niña excelente, trabajadora y bla, bla, bla. Ella ya lo sabía de sobra, pero le encantaba venir cada mes a que le inflara el orgullo. Algo que a mí me gustaba, porque se implicaba muchísimo en la formación de su hija y siempre me pedía consejos para motivarla más a querer aprender.
Sara me dio un besazo, porque ese día apenas habíamos coincidido y siempre me echaba de menos cuando me veía menos de diez minutos.
- ¿Qué me cuentas, mi amor? – dijo mientras se encendía su cigarrillo, con cuidado de no echarme el humo en la cara.
- Nada, lo de siempre, cacao mental y eso, la historia de mi vida.
Se rio. Ella estaba bien al tanto de todas las movidas con Javi, Doña Inés y Lorea.
Si alguien podía darme una visión objetiva era Sara, pero muchas veces se callaba para que yo sola reflexionara. Aprender a aprender. Que vivan las competencias en la enseñanza.
En el claustro discutimos varios aspectos sobre el fin de curso y otras fechas señaladas que se iban acercando. Todo estaba tranquilo.
Mi teléfono comenzó a vibrar.
Lo dejé estar, pero se repitió varias veces.
Pensé que podría ser algo importante, porque todos sabían que los claustros eran importantes y que no me gustaba que me llamaran para cualquier tontería.
Vi que tenía tres llamadas perdidas de Carla, dos de Daniela y otras dos de Paola. Decidí devolver la llamada a Carla, ya que fue la que más veces había insistido.
Lo cogió al segundo tono.
- Joder, Bianca. Por fin – sonaba rara.
- ¿Qué pasa?
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Llévame a donde tú estés
RomanceBianca, Javi y todos los que les rodean cinco años después... ¿Qué pasará después de estar tanto tiempo separados? ¿qué ha sido de sus vidas? La segunda parte de llévame a donde sea.