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Pedro llegó puntual. A las siete tal y como le había dicho.

Javi y Marco habían salido media hora antes, con un súper alegre niño que por fin salía de su casa para algo más que ir al colegio.

Me daba tanta pena... mi pobre niño no entendía por qué había tanta gente en la puerta de su casa haciendo fotos como la tía Carla. Decía que ella era la única que podía hacerle fotos y que conseguía que saliera tan guapo como mamá. Y que, además se sentía incómodo cuando tantos desconocidos le hacían fotos al mismo tiempo.

Por eso, aquella tarde de parque con su padre le iba a venir tan bien.

Javi se fue entre apesadumbrado y cabreado. ¿Serían celos eso que estaba sintiendo? Posiblemente, pero no tenía por qué recriminarme nada, ya que no éramos nada mas que dos amigos que tienen un hijo en común y él mismo era quien le había dicho esas mismas palabras a la prensa.

No sabía qué pensar ni qué sentir.

Me mareé de nuevo y me acerqué al fregadero de la cocina para echarme un poco de agua en la cara y en la nuca. ¿Qué me estaba pasado?

No era la primera vez que sentía esos mareos y bajones que hacían que me faltara el aire y necesitara sentarme unos minutos antes de beber un buen vaso de agua.

En mi familia hay varios antecedentes de diabetes, pero solo de esos en los que dan bajones y con un poco de azúcar se mejora.

Probé comiendo una chocolatina y noté algo de mejoría, por lo que no me preocupé.

Le abrí a Pedro la puerta con una sonrisa desganada y el cansancio de estas dos semanas de tensión con la prensa reflejadas en la cara. Él lo notó al instante y se abalanzó sobre mí provocando un abrazo incómodo del que no supe zafarme hasta que él así lo quiso.

Por mucho que lo intentaba, tanta cercanía por su parte no terminaba de hacerme sentir cómoda.

- ¿Qué tal está la chica más guapa de toda la ciudad? – su sonrisa sí era sincera, aunque la preocupación se veía reflejada en sus bonitos ojos azules.

Le contesté que estaba bien, que había tenido una serie de problemas de los que no quería hablar y por eso había estado tan ausente. No tenía que ir aireando mis problemas con Javi y con la presa por todos lados, con contárselo a las chicas ya era más que suficiente.

Pasamos gran parte de la tarde hablando sobre su trabajo, el mío y Marco. Pedro le adoraba y realmente quería ser alguien importante en su vida. Pero él no contaba con que Javi había aparecido y que el niño no quería estar con nadie más que no fuera él.

Algunas noches antes mi pequeño me había dicho: "mamá, quiero mucho al tío Bruno, al abuelo y al tío Giorgio, pero ahora a quien quiero más del mundo es a papá. Pero tú siempre vas a ser mi persona favorita, mami".

Ninguna mención a Pedro.

Siempre le incluía en la lista de hombres a los que más quería y, desde que Javi apareció y supo que éste era su padre, ni siquiera le mencionaba para decir que le echaba de menos o que quería ser médico y curar niños como él.

No quise decírselo, porque le heriría.

- Así que el actor Javier Villanueva es el padre de Marco – dijo mientras respiraba profundo.

- Sí.

- Vaya, es difícil competir contra un padre famoso.

¿Competir? ¿por qué tendría que competir Pedro con Javi? Eran totalmente distintos. Tanto física como interiormente.

Llévame a donde tú estésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora