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La respuesta que debía darle a Pedro no paraba de rondar por mi cabeza. Las voces de todas las personas que me rodeaban me recordaban los pros y los contras de casarme. Los pros eran varios y muy buenos. Sólo había una contra... que no le quería. Y eso me rompía todos los esquemas. Quizás podría llegar a quererle.

El viernes por la tarde, el marco de mi puerta, sitio odiado, volvía a ser el testigo de un encuentro incómodo que me produjo un vuelco al corazón. Suspiré.

- ¿Qué quieres? – adopté una postura cómoda apoyando el brazo en el quicio de la puerta que, de paso, me servía para dejar claro que no tenía permiso para adentrarse en el interior de mi piso.

- Si me haces este favor, te juro que no te molesto en mucho tiempo – me dijo Javi, triste.

- Que sea para siempre – bromeé, sabiendo que era poco probable.

- Tampoco te pases, no me pidas imposibles.

Volví a suspirar.

- ¿Qué quieres?

- ¿En serio me vas a escuchar? – murmuró incrédulo.

Esbocé una sonrisa estúpidamente sarcástica y falsa que él captó al vuelo.

- ¿Te acuerdas de mi abuela? – dijo mientras se agachaba a recoger a Noel, que se deshacía en sus brazos mientras le acariciaba. Claramente, le reconocía.

- ¿De Marinés? Por supuesto, nunca me olvido de las personas adorables ¿cómo está? – de verdad que me interesaba saber de esa señora. Era un ser humano realmente encantador y amable.

- En el hospital – su dolor me cayó como un jarro de agua fría – los médicos no dan mucha esperanza de que salga de esta, ya lleva bastante tiempo desmejorada y no remonta.

- Oh, vaya lo siento, y ¿eso que tiene que ver conmigo?

- Me gustaría que me hicieras el favor de dejar que lleve a Marco para que lo conozca antes de que... bueno... ya te puedes hacer a la idea.

- No voy a dejar que te lleves a mi hijo.

- Venía preparado para ello, quiero que vengas tú también. Mi abuela te adora y se alegrará más de verte a ti que a mí – frunció un poco el entrecejo y oculté una sonrisa bobalicona mordiéndome el labio, pero claro, mi lengua se escapó rebeldemente.

- ¿Celoso? – se me escaparon los labios y sonreí, eso hizo que su ceño se tensara más.

- Sabes que sí, yo era el favorito de mi abuela hasta que apareciste tú y me destronaste. Tengo que vivir con la amargura de ser el segundón.

- Hola Javi – Marco se agarró a mi pierna y me miró casi pidiéndome permiso para abrazar al hombre que consideraba <<guay>> porque salía en la tele y las revistas. Asentí y se lanzó a sus brazos. Se fundieron en un tierno abrazo y me sentí un poco mala - malísima por no decirle a Marco que él era su padre - ¿por qué estáis hablando en la puerta?

- Estábamos decidiendo la hora a la que nos vamos a ir a Madrid con él, cielo.

Se miraron y vi dos sonrisas exactamente iguales.

Cuatro horas más tarde, tras pedirle a Carla que recogiera a Noel para cuidarle ese fin de semana y temblando más que la tierra durante un terremoto, me bajaba del tren en la estación de Atocha y cogía un taxi hasta la casa de Javi. Ni yo misma entendía el porqué de mis nervios. Las nueve de la noche no era la hora más adecuada para ir de visita a un hospital y, tras la jornada escolar y el viaje en tren, tanto Marco como yo estábamos listos para ir a la cama.

Llévame a donde tú estésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora