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Estar con mis padres ese domingo me tranquilizó bastante.

No fui capaz de contarles todo lo relacionado con Javier y su madre. Simplemente, no pude decirle a mi madre que su ex consuegra pretendía arrebatarle lo que ella más quería, su nieto.

Ver a mis padres con Marco, cómo disfrutaban del mi pequeño, el amor que se sentía en cada uno de sus gestos, me impidió abrir la boca.

La semana pasó relativamente tranquila. Carla seguía de okupa en la antigua habitación de Paola y la de Daniela cada día estaba más vacía. Poco a poco se estaba llevando las cosas que tenía aquí a un apartamento que Giorgio había alquilado y tenía intenciones secretas de comprar, para cuando ellos estuvieran en la ciudad.

Y yo me encontraba en un sin vivir. Esperando la visita de Javier a cada instante. Sabía que teníamos una conversación pendiente y, aunque mis deseos eran dejarlo todo atrás, él no se quedaría satisfecho de ninguna manera.

Pero esa noche las tres, Paola, Carla y yo, disfrutábamos de una noche juntas. Hasta que escuchamos la puerta abrirse.

Paola prácticamente entró como un vendaval atravesando el piso hasta llegar a su antigua habitación, habitada ahora temporalmente por Carla, traía cara de pocos amigos.

En el sofá, Marco, Carla, Daniela y yo, que veíamos la película de Buscando a Nemo, nos quedamos mudos ante semejante demostración de carácter. Dejó un bolso, dentro del cual parecía que llevaba ropa, en la habitación y volvió al salón en pijama y en modo noche, lo que venía siendo el moño mal hecho en lo alto de la cabeza y las gafas graduadas.

- Churri, ¿estás bien? – me atreví a decir después de bastante rato esperando a que articulara palabra. En su lugar, había tomado asiento en el gran sofá, le había quitado al pequeño unas cuantas palomitas del cubo que tenía entre sus manos y se había puesto a ver la película con los brazos cruzados.

- Tu hermano es gilipollas de vez en cuando. – Fue lo único que dijo sin apartar la mirada de la televisión, donde Dori cantaba: "sigue nadando, sigue nadando, nadando, nadando...".

- Tita Paola, no se dicen palabrotas – el bicho no se podía callar una y menos ante una blasfemia y acompañó a la protagonista de la peli en su canción. Todas tuvimos que reír ante el desparpajo del enano y eso pareció tranquilizar a la afectada, que sonrió ligeramente y nos hizo una señal de la que pudimos entender que quería esperar a que el peque se durmiese.

- Tienes razón Marco, me tendré que lavar la boca con jabón.

El niño sonrió y le dio un beso a su tita, en señal de perdón.

Esperamos a que la película acabase y acosté a mi pequeño con su respectivo besito de buenas noches, la comprobación de que no había ningún saco cerca vaya a ser que el "hombre del saco" quisiera llevarse a los niños buenos como él para venderlos y le arropé después de darle una buena ración de cosquillas.

Al volver al salón noté que me estaban esperando, Paola cambio de sitio y se sentó en el centro para que todas la oyéramos bien. A su alrededor se iban acomodando las demás. Cuando me senté yo también, Paola me extendió el móvil y pude leer una conversación de Whatsapp.

Diego: Hola guapa.

Paola: Hola... ¿te conozco?

Diego: Sí, soy Diego, tu nuevo compañero de la oficina. J Me tienes a tus órdenes.

Paola: ah vale!

Diego: es totalmente en serio lo que digo, me gustaría ser sumiso de una chica, ya serví a cuatro mujeres. Sé que suena raro, ya... pero es lo que me gusta y a mucha gente le gusta y para gustos los colores. Haré todo lo que me digas.

Llévame a donde tú estésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora