Llegamos a casa de Javi bien entrada la noche, después de recorrer medio Madrid, visitar de nuevo a Marines y cenar en un restaurante muy bonito. En algunas ocasiones unas fans le interceptaron y se hicieron unas fotos con él, no rozaba el histerismo como otras veces en las que íbamos juntos. Supuse que, en Madrid, estarían muy acostumbrados a ver famosos por las esquinas.
No pude evitar el sentir un pellizco en el estómago al recordar nuestros momentos juntos, esos en los que paseábamos imaginando que nos cogíamos de la mano, evitando que los flashes de las cámaras indiscretas que le perseguían a todas partes capturaran una instantánea que desvelara aquello que teníamos.
Marco estaba que no cabía en sí de gozo, no soltaba la mano de su padre para nada e incluso nos rogo que nos diéramos un beso de amor de padres. En su lógica infantil infundada por sus compañeros, era indispensable que los padres se dieran besos de buenas noches, que fueran agarrados de la mano o que, como él sostenía, le cogiéramos a él de la mano los dos.
Volvió a dormir con Javi en su habitación, se escuchaban las risas desde todos los rincones de la casa, mientras que yo conseguí escabullirme a la de invitados en cuanto se despistó y se quedó dormido.
Fue muy gracioso ver cómo trataba de conocer todos los secretos de su padre y le bombardeaba con sus curiosas preguntas. ¿Cómo es tu nombre entero? ¿Te gustan los maca-ghettis? ¿Tengo más titos o titas? ¿Cuál es tu color favorito? ¿A ti también te parece que los ojos de mamá son más verdes que la hierba en primavera? ¿Conoces a mis abus?
Reinaba el silencio de madrugada, aunque no estaba en su misma habitación, el sentir su presencia, que estábamos bajo el mismo techo, me inquietaba. Y la necesidad de tenerle más cerca de lo que quería me hacía plantearme el mantener esa conversación que teníamos pendiente. Esa que yo retrasaba por miedo a descubrir que él no era culpable de haberse ido así, sino que "algo" le obligó a hacerlo.
Cada día, cada mirada y a cada momento me demostraba que quería conocer mejor a su hijo y le quería cerca, nos quería cerca a los dos. Eran los hechos los que me hacían pensar, porque las palabras no eran suficientes.
El amor es algo que no se puede fingir eternamente. En algún momento, esa fachada de adoración y amor tiene que derrumbarse, como pasa en las grabaciones de las películas, que no se creen lo que están diciendo y tienen que parar la grabación porque les da la risa.
Él en todo momento me demostró amor, yo me sentía querida, sus hechos me lo demostraban. Por eso, nunca me terminé de creer eso de que nunca me quiso. Algo tuvo que sentir por mí, aunque fuera mínimo.
Escuché la puerta de la habitación abrirse y se me vino a la cabeza la imagen de Marco y vaso de agua de por las noches. Ese mismo que tenía que tener en su mesita de noche por si le entraba sed. No lo habíamos cogido. Salí para guiarle hasta la cocina, esa casa era grande y se perdería yendo medio dormido y en mitad de la noche.
Sin embargo, no le encontré en el pasillo. Seguí un poco más mi camino hacia la cocina cuando oí la nevera abrirse.
La tenue luz que salía del frigorífico bañaba su cuerpo como un halo dorado. Como la iluminación que se supone que debe tener una deidad cuando baja del olimpo. Así era Javi. Sexi hasta decir basta, guapo hasta recién levantado, con el pelo revuelto y una cara de cansancio y dolor que me encogió el alma.
Su mirada me lo dijo todo.
Yo entendía su dolor y lo sentí con él.
Calló derrotado en la isla de la cocina, enterrando la cara entre sus manos, ahogando la pena para no despertar al niño.
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Llévame a donde tú estés
Storie d'amoreBianca, Javi y todos los que les rodean cinco años después... ¿Qué pasará después de estar tanto tiempo separados? ¿qué ha sido de sus vidas? La segunda parte de llévame a donde sea.